El documental 'Las Manzanas de la discordia' toma el pulso al sector agrícola europeo afectado por la respuesta rusa a las sanciones de la Unión Europea (UE), recogiendo directamente los testimonios de quienes han sufrido, en su economía doméstica y a través de las dificultades de su vida diaria, los efectos de importantes decisiones políticas tomadas a nivel internacional.
Desde países como Polonía, España, Bélgica, Italia o Alemania, diversos trabajadores del campo ofrecen su lectura directa de un desencuentro comercial que ha marcado durante años las relaciones entre Rusia y la UE.
"Occidente no quiere comprar todos los productos alimenticios que producimos aquí", explica el agricultor polaco Michal Kolodziejczak, que añade: "Nos han aislado de los mercados locales, y no podemos venderle a Rusia porque los políticos persiguen sus intereses globales a costa de los de los agricultores polacos y los consumidores rusos".
Según los datos del Servicio Federal de Aduanas de Rusia, ya en el 2015, tan solo un año después de la imposición del embargo alimenticio, el volumen de importación de productos de los países de la UE se redujo en más de 6.000 millones de dólares. ¿Cómo afecta esto a la vida diaria de los productores agrícolas europeos?
Davide Curti, un agricultor italiano dedicado a la producción y comercialización internacional de frutas, ofrece un vívido ejemplo: "Exportar kiwi a Rusia y sobre todo a Libia era muy rentable para nosotros, entonces ganábamos un buen dinero", reconoce Curti, que explica que su familia –enteramente dedicada a la agricultura– también vendía estas frutas a Inglaterra y a Francia. "Ahora Rusia no nos compra más, así que quedan solo Francia e Inglaterra. Y ellos dicen: 'Vamos a pagar este precio. ¿Qué no les parece bien? Entonces es su problema'".
El caso de Curti revela que el estrechamiento del mercado provocado por el veto ruso ha abierto una dura competencia entre los agricultores, que se ven obligados a vender a precios bajos para poder mantener sus negocios.
"Lucha entre dos bloques opuestos"
A este respecto, Thomas Borocker, un veterano agricultor alemán, señala que "estaría bien que el mercado se reabriera, que los viejos contactos se restablecieran y que los productos elaborados específicamente para la exportación pudieran volver a venderse en alguna parte". Brocker ofrece además una perspectiva geopolítica del conflicto: "La confrontación pasó a los sistemas de economía de mercado que compiten entre ellos y no logran ningún progreso", asegura.
"En mi opinión –añade– no se trata del eterno problema de Oriente-Occidente, sino de una lucha entre dos bloques opuestos. Los sistemas de economía de mercado ruso y chino en desarrollo, contra los de Europa Occidental y EE.UU., que siempre han sido los dominantes".
Para profundizar en las diversas facetas de este problema y sus múltiples consecuencias, así como para calibrar y observar de cerca el impacto que tiene en el día a día de muchísimas personas dentro y fuera de Europa, les recomendamos que vean el documental en su totalidad.
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