Las crisis migratorias actuales constituyen uno de los síntomas más claros de un problema central en el mundo de hoy: la desigualdad. Acuciados por la pobreza, la violencia o la falta de perspectivas, millones de personas se desplazan por todo el mundo en busca de un futuro mejor. Eso es lo que hacen también los migrantes centroamericanos que integran las grandes caravanas que se dirigen a pie hacia EE.UU. con la esperanza de obtener asilo y llevar una vida digna en el país norteamericano, sin amenazas ni precariedad.
El documental 'No hay sitio para todos' acompaña y escucha a varios miembros de esas caravanas, recoge sus testimonios directos, sus inquietudes, sus esperanzas, sus quejas, sus pequeños triunfos por el camino y sus dolorosos fracasos. La dureza de esta realidad solo se ve matizada por la sincera ilusión que expresan, desde su evidente vulnerabilidad, estos migrantes totalmente determinados a ofrecer a sus familias unas mejores condiciones de vida.
Frente al duro discurso xenófobo del presidente estadounidense Donald Trump, que califica estos movimientos migratorios como "una invasión" contra la que es necesario imponer "un bonito y sólido muro", escuchamos testimonios como el de Liza, una niña hondureña que explica cómo su padre, al que todos conocen como Pedro 'el risueño', ha tenido que ser transportado en silla de ruedas durante la travesía. A Pedro le falta un brazo, una pierna y parte del otro pie tras haber sido atropellado por un tren en una tentativa migratoria anterior.
Determinación y riesgo
"En la vida no hay nada imposible, siempre hay que tratar de cumplir las metas, no hay que darse por vencido, siempre hay que seguir adelante… ese es mi propósito", asegura Pedro. Sin embargo, esta vez tendrá que esperar: su familia está al límite y cree que lo más sano es abandonar la caminata. "No quiero seguir arriesgando a mi familia; mi esposa adelgazó demasiado y todos enfermaron por el camino. Sería muy arriesgado seguir", explica, sin perder la contagiosa sonrisa que le caracteriza.
Otra de las historias es la de Eduardo, que se unió a la caravana acompañado por su mujer y sus dos hijos, de 8 meses y 3 años de edad. Eduardo reconoce que es "duro" y "nada fácil" este viaje a pie con los niños, porque "se cansan demasiado por el calor". La única manera que tuvo esta familia de combatir el cansancio fue abandonando parte del equipaje por el camino, y ahora apenas tienen ropa. No obstante, para Eduardo, aunque reconoce estar "un poco asustado", ya no hay marcha atrás: "yo tengo una meta y esa es la que voy a cumplir, y nadie nos va a detener", afirma.
Para conocer otros testimonios similares, profundizar en las historias personales de estos migrantes y obtener a través de ellos una perspectiva cercana y humana del durísimo fenómeno de la migración en Centroamérica, les emplazamos a que vean el documental completo en el video que les ofrecemos.