Barclays, un banco que actualmente es propiedad de los ciudadanos británicos, ha realizado varias investigaciones que concuerdan con las últimas previsiones del politólogo de Harvard Samuel Huntington, quien vaticinó continuas revueltas políticas para el futuro y puso de manifiesto el trilema de incompatibilidades que se plantea entre democracia, soberanía y globalización. Además, consideró que una de las causas más profundas reside en la percepción ciudadana de que las 'élites' políticas e institucionales no representan adecuadamente sus preferencias, lo que genera una fractura económica y cultural cada vez mayor.
Asimismo, Barclays parece haber preparado un manual sobre cómo sacar provecho de todo esto y considera que la política de la ira muy probablemente esté alimentada por la tecnología, que inflama algunas de las causas pendientes más importantes, entre ellas, el estancamiento de la renta media, las desigualdades de ingresos y la pérdida de confianza en los gobiernos.
Perspectivas para la política de la ira
Los conductores consideran que los gobiernos tienen posiciones demasiado exigentes como para poder enfrentarse ahora "a la insurrección mundial contra la ocupación por parte de los banqueros, un pensamiento imperialista que suele acabar con la rebelión de las masas, como demuestra el ataque cibernético perpetrado a través de miles de millones de dispositivos conectados a Internet".
"Hasta Barclays reconoce que la globalización ha provocado una disminución de la renta, y que la desglobalización se traduciría en un aumento de los ingresos para los trabajadores y las familias", considera el conductor y presenta varios ejemplos como China y la Unión Europea.
"País ingobernable, economía ingobernable"
Charles Hugh Smith, escritor y analista económico estadounidense es entrevistado por Keiser, considera al respecto que todo gobierno requiere el consentimiento de los gobernados, aunque sea de mala gana. "Y cuando los gobernados dejan de darle su consentimiento, el gobierno acaba derrocado o el statu quo se desploma, como ha sucedido siempre en la historia". Asimismo, cree que en EE.UU. se ha llegado a este punto, conscientes de que las élites han "estado décadas robándoles".
Smith cree que los mercados mundiales deben "estar controlados y servir al conjunto de la economía, algo que no sucede a día de hoy, puesto que vivimos en una especie de fascismo neoliberal en el que la palabra 'mercado' no es más que una forma de decir 'maximización de las ganancias privadas de la forma que sea". Además, piensa que actualmente "ser honesto puede significar acabar en la calle" y considera que bajo el actual modelo de mercado, a quien desee ser honesto y crear valor real, no le queda otra que "formar parte del mercado negro o de una economía local, porque en el sistema, que favorece a los que pertenecen a él, no va a tener sitio".