El muro fronterizo entre Estados Unidos y México sigue siendo uno de los proyectos más polémicos del presidente estadounidense, Donald Trump, desde el mismo arranque de su campaña electoral. Nuestros corresponsales Emma Torres y Nicolás Sánchez O'Donovan decidieron mirar esta construcción desde ambos lados, intentar comunicarse entre sí desde allí, y pedir a los residentes de ambos lados de la frontera su opinión con respecto a esta iniciativa.
Más de 3.000 kilómetros de frontera dividen a EE.UU. y México, dos países que comparten historia, territorio y problemas. Sánchez O'Donovan comenzó su viaje en el área que divide a los estados de Arizona (EE.UU.) y Sonora (México). En este terreno desértico, la frontera la cruzan tanto migrantes ilegales como traficantes de armas o de drogas.
Tim Foley, fundador del Grupo de Reconocimiento Fronterizo de Arizona, explica que su grupo ciudadano patrulla el territorio del estado para prevenir estos flujos. Aunque siempre están armados, dicen que sus miembros nunca apuntan "directamente" con sus armas, sino al suelo, y que al ver a personas provenientes del país sureño, les piden que regresen allí y que suelten los bultos que lleven, dado que "nunca se sabe qué pueden llevar en las mochilas", precisó. Foley asegura que en ocasiones encuentran en ellas armas o drogas.
Ciudadanos como él dicen estar "cansados de sentirse abandonados por la clase política", quieren "combatir el crimen fronterizo" y "evitar actividades ilegales", al sentir que su país está "amenazado a todos los niveles, y esa amenaza llega desde el sur", explica Sánchez O'Donovan. Mientras, hay gente "neutral" como Tony Estrada, sheriff del condado de Santa Cruz (Arizona), que aunque rechaza esta "amenaza", también cree que los grupos ciudadanos que la intentan combatir, si no tienen "conocimientos" ni "experiencia", "no van a tener ningún éxito; al contrario, van a causar problemas".
El muro desde México
Sánchez O'Donovan y Emma Torres intentaron incluso comunicarse desde ambos lados del muro, una experiencia que esta última calificó como "agridulce", porque al saludar a su compañero no pudo "ni siquiera estrechar su mano". Esta experiencia es la que viven miles de familias mexicanas separadas por la construcción, al no poder abrazar a sus seres heridos, destaca Torres, que viajó a la ciudad mexicana de Tijuana.
"Para mí el muro es un monstruo" y significa "muerte, desolación y tristeza", y al hablar a través de él con sus familiares se siente "como si fueras un animal", afirmó Yolanda Varona, fundadora de la sociedad Dreamers' Moms. "En un momento estás feliz, y en un momento quieres matar a alguien, porque es una frustración", compartió sus experiencias otra integrante de esa sociedad.
Asimismo, Torres habló con unos veteranos mexicanos que prestaron servicio en el Ejértico de EE.UU., si bien fueron deportados al país vecino y no pueden regresar al territorio estadounidense.
"Tijuana es un cementerio de sueños rotos en donde el muro llega a dividir hasta lo inimaginable, como lo es, el océano Pacífico", compara la periodista de RT.