El 25 de enero de 2019, hace exactamente un año, el colapso de la presa de Brumadinho, en el estado brasileño de Minas Gerais, liberó una brutal tromba de agua que anegó el valle en el que se encontraba y acabó de inmediato con la vida de 270 personas, de las cuales 11 permanecen desaparecidas.
En la memoria de los supervivientes quedan imágenes de pesadilla: cuerpos mutilados, cadáveres en descomposición o el silencio sepulcral que se instaló en la zona tras el catastrófico paso de la riada permanecen en el recuerdo de quienes fueron testigos de la tragedia.
"Esa es una tristeza que nosotros tendremos por el resto de nuestras vidas", asegura amargamente Arlete Gonçala da Souza, madre de un desaparecido, del que solo se ha hallado una pierna.
Dolorosas secuelas de la catástrofe
La sorpresa fue el factor mas perverso de lo que pasó en Brumadinho: nadie esperaba lo que sucedió, ya que la multinacional responsable de la presa convenció a los empleados de que la estructura era tan segura que podrían construirse viviendas bajo el dique. De hecho, el restaurante y el área administrativa de la compañía, donde se encontraba la mayoría de los empleados, se hallaban justo debajo de la faraónica construcción, de 87 metros de profundidad, con su contenido de unos 10,5 millones de metros cúbicos de deshechos.
"Fue todo muy rápido, porque como fue un rompimiento estructural toda la ola viene de una vez", explica el jefe de Bomberos de la zona, Pedro Ahiara, señalando que "por eso el número de víctimas fue tan grande".
Ahiara, que en la actualidad está al frente de un incansable operativo de búsqueda cuya determinación principal es localizar y recuperar los restos de las personas que aún siguen desaparecidas, se ha convertido en una especie de celebridad en medio de la tragedia. Su carisma y su tesón le han granjeado el afecto de las familias locales y su popularidad en internet ha crecido considerablemente en el último año. "Quiero que termine cuando localicemos a todas las víctimas, no importa el tiempo, quiero dar respuesta a todas las familias", asegura.
Una de esas familias es la de Thiago, un joven empleado de la compañía minera que, justo antes de la tragedia, estaba muy feliz. Hacía apenas 20 días que lo habían trasladado para el nuevo puesto, en el que esperaba poder aplicar lo aprendido durante la carrera de Ingeniería que con tanto esfuerzo estudió. Hoy, el dolor de su madre es inconmensurable. "No lo acepto todavía, no lo acepto porque no lo encontré", confiesa justo antes de quebrarse.
Lo cierto es que la tragedia de Brumadinho ha sembrado un oscuro precedente que ha elevado el nivel de alerta en todas las construcciones similares.
En el municipio de Congonhas, no lejos de Brumadinho, existe una mina que fue la primera de Brasil, instalada en 1930, con una represa aun mayor. A tan solo 200 metros de distancia del dique hay un núcleo de población en el que habitan unas 3000 personas. Si tuviera lugar una tragedia como la del año pasado en Brumadinho, el número de víctimas podría ser entre cinco y diez veces mayor. La producción minera, en cualquier caso, no se detiene.
Para conocer en profundidad los distintos aspectos de la catástrofe acaecida el año pasado en Brasil e indagar en la dimensión más humana de los hechos, les recomendamos que vean completo el documental que les ofrecemos.