Rusia, considerado históricamente como un territorio frío y nevado, acoge con calidez al creciente número de deportistas latinoamericanos que encuentran en este país un lugar que reúne las condiciones idóneas para desarrollar sus carreras en un ambiente seguro y lleno de oportunidades.
Nuestro corresponsal Nicolás Trinchero se encontró con cinco deportistas latinos, quienes le dejaron muy claro que no solo pueden desarrollar sus vidas a gusto y crecer plenamente en su disciplina en Rusia, sino que este país sigue adelante, a pesar de que muchos deseen lo contrario.
Un lugar seguro
En Oremburgo, a 1.500 kilómetros de Moscú, el futbolista argentino Brian Mansilla asegura que Rusia es ahora su "lugar en el mundo", pues no solo se ha encontrado con un alto nivel deportivo, sino también con un país muy ordenado y lindo.
Lo que más valora Mansilla es la seguridad que el país ofrece a su familia y la posibilidad de poder criar a sus hijos con un estilo de vida diferente al suyo. El futbolista, que es oriundo de Rosario, una ciudad con altos niveles de inseguridad debido al narcotráfico, sostiene que Rusia "no se parece ni en un 1 %" a lo que le tocó vivir a él.
En la ciudad de Mytischi, ubicada en la región de Moscú, vive el brasileño Francimar 'Bodao' Barroso, un experimentado luchador de MMA, cinturón negro de jiu-jitsu, que compitió en la UFC de EE.UU., donde conoció a su esposa Anastasía, también luchadora.
Desde hace cuatro años la pareja vive en Rusia, donde han abierto una escuela de Artes Marciales Mixtas, deporte con mucha afición en Rusia. Hasta el momento tienen alrededor de 20 alumnos entre niños y niñas, que 'Bodao' considera como sus propios hijos.
'Bodao' valora la seguridad de Rusia, en comparación con lugares como Brasil o Las Vegas, donde vivió antes.
Impermeables a la rusofobia
En una de las ciudades más lindas de Rusia, Kazán, vive Brayelin Martínez, una voleibolista de República Dominicana que llegó hace poco para incorporarse al club Dinamo Ak Bars, tras ganar la medalla de oro con su país en los juegos panamericanos.
Martínez afirma que, aunque la diferencia climática fue al principio "un poco chocante", se sintió muy bien una vez conoció al equipo. La jugadora, al igual que muchos deportistas internacionales, se muestra impermeable a la rusofobia que prolifera en los últimos tiempos y siguen llegando a Rusia para crecer en sus carrera, debido al alto nivel deportivo que encuentran aquí.
El milonguero argentino Luis Squicciarini llegó por primera vez a Rusia hace ya 12 años. Desde hace varios organiza con su esposa Evguenia una competencia de tango con gran convocatoria y han montado una escuela de baile en Moscú, prueba de que la economía rusa marcha lo suficientemente bien para poder continuar con este tipo de actividades de ocio.
Luis asegura que Rusia tiene uno de los niveles más altos de tango, pues los bailarines son muy deportivos, profesionales, disciplinados y, sobre todo, muy serios y respetuosos de la cultura que rodea este baile.
Al norte de Rusia, la pequeña ciudad petrolera de Ujtá tiene menos de 100.000 habitantes y entre ellos se cuentan cuatro jugadores profesionales de fútbol sala de origen brasileño. Este deporte no escapa a las sanciones antirrusas, dejando a los clubes rusos de futsal fuera de las competiciones internacionales.
Sin embargo, el alto nivel del fútbol sala en Rusia sigue atrayendo a jugadores de otras partes del mundo. Felipe Paradynski valora especialmente su experiencia en Ujtá, pues —explica— aquí se juega de forma muy distinta y mucho más intensa que en otros países.