La capital carioca alberga la bahía de Guanabara, que es la fuente de ingresos de miles de pescadores artesanales, la cual está amenazada por la polución. En los últimos años se convirtió en algo común encontrar manchas de aceite en la superficie producto de la extracción de combustible fósil.
En 2006, a lo largo de la costa del estado de Río de Janeiro fue descubierta una capa de petróleo formada durante millones de años a cerca de 7.000 metros en el fondo del océano, lo que permitió a Brasil entrar en el ranking de las diez mayores potencias petroleras del mundo, atrayendo a diversas multinacionales del sector energético.
A pesar de que en el país existen leyes que pesan sobre la actividad extractivista, las reglas no siempre se cumplen, por lo que varias organizaciones medioambientales denuncian los hechos. Pero su militancia en ocasiones los lleva a ser víctimas de violencia.
Los compromisos de crear proyectos de despolución de la bahía de Guanabara no son una novedad. El Gobierno federal, en conjunto con las autoridades estatales, había prometido disminuir en un 80 % la concentración de residuos, algo que no se ha logrado. Recientemente, el Gobierno de Río de Janeiro destinó más de 600 millones de dólares para en cinco años intentar alcanzar esta meta.