Dalir Hadar Kasem, de 14 años, y su hermano Dalaur, de 12, cayeron en manos de los combatientes extremistas cuando asistían junto con su familia a una fiesta religiosa yazidí. Los combatientes del EI se adueñaron de toda su aldea, situada en el norte de Irak.
"Los miembros del Estado Islámico hacían redadas por las calles", relata ante la cámara el mayor de los hermanos. "Abrieron la puerta y gritaron: "¡Todos fuera!". Tomaron nuestro coche y a nosotros nos llevaron por la noche a Mosul".
A tan corta edad el chico tuvo que pasar un mes a punta de fusiles de los extremistas sunitas en un gran edificio de la ciudad de Mosul. Durante el cautiverio todos estaban en condiciones horribles. Mujeres, niños y hombres convivían juntos en un mismo calabozo.
Después de separar a hombres y mujeres, los islamistas empezaron a matar a los varones. A los chicos los trasladaban de un lugar a otro. En aquel período ambos hermanos tuvieron que soportar las agresiones físicas de los extremistas y decidieron huir dentro de un grupo de 20 personas.
Cuando pidieron ayuda a una familia sunita, sus miembros los entregaron a los yihadistas y los prófugos se vieron de nuevo en cautiverio. Los adolescentes volvieron a escapar tras una serie de palizas.
En este nuevo intento algunos fracasaron, pero los hermanos Kasem pudieron llegar hacia la montaña de Sinyar: un objeto de adoración para los yazidíes. Allí encontraron a los combatientes kurdos y otras fuerzas de resistencia y, en gran medida gracias a su propio coraje y su valentía, ahora son libres.