El entonces capitán John Bordne formaba parte del equipo de turno que en la madrugada del 28 de octubre de 1962 estaba de guardia en una base secreta de aviones y misiles en la isla japonesa de Okinawa. Ese territorio hasta aquel entonces permanecía ocupado por las tropas de EE.UU. desde la derrota del militarismo nipón en 1945.
Al igual que todas las bases estadounidenses con armas nucleares, la de Bordne se encontraba en aquellos días de la Crisis de los Misiles en segundo nivel de alarma y preparación para el combate (DEFCON2). El nivel más alto (DEFCON1) suponía que los misiles debían ser lanzados en un margen de un minuto, pero con el segundo les quedaba tiempo para la preparación y la comunicación entre las bases, lo que hicieron cuando recibieron por la radio las órdenes que les obligaban a proceder al lanzamiento.
Precisamente fue un código alfanumérico lo que oyeron durante aquella sesión de enlace, lo cual compararon con una sucesión de cifras y letras que tenían sellada en un sobre y una bolsa. Todos los códigos coincidían, lo que significaba que desde Okinawa se debían lanzar un total de 32 misiles balísticos con ojivas nucleares contra cuatro ciudades: Vladivostok (URSS), Pekín, Hanói y Pionyang. Cada ojiva, del modelo Mark 28, era aproximadamente 70 veces más potente que la bomba lanzada sobre Hiroshima.
No fue el capitán Bordne, sino su jefe, el comandante William Basset (muerto en 2011, así que no puede confirmar si la historia es cierta en cada detalle), el responsable del turno y en aquella situación crítica asumió el liderazgo de las ocho bases de Okinawa como oficial del mayor graduación militar. Ambos militares escucharon las claves del mando con interferencias de radio. Lo mismo sucedió en la base aérea con la que contactaron inmediatamente. Con el pretexto de las interferencias, los jefes decidieron incumplir las órdenes pidiendo que el cuartel general repitiera los códigos, lo que debían hacer en la siguiente sesión de enlace.
Para evitar que el oficial subordinado, que estaba a cargo del botón de lanzamiento, actuara sin luz verde del propio comandante, Basset ordenó a los soldados que lo fusilaran al menor intento de pulsarlo. Pero ello no sucedió y el ataque nuclear cifrado en los mensajes de radio y del sobre fue pospuesto, explica el activista pacifista Aaron Tovish, quien entrevistó al veterano estadounidense en persona para el 'Bulletin of the Atomic Scientists'.
Durante la próxima sesión de enlace la orden de atacar la URSS y otros países que caminaban hacia el socialismo fue cancelada y la guerra nuclear no se hizo realidad. El anciano aviador sigue sin saber si todo fue un error de un eslabón intermedio del mando o una decisión política, pero le ha dedicado todo un capítulo entero en su libro de memorias hasta ahora inédito.