En el año 2000, João Goulão, un médico especializado en terapias contra la adicción, puso en marcha un plan nacional poco convencional sobre drogas en Portugal. Desde entonces, fue despenalizada la posesión de todos los estupefacientes: desde la marihuana hasta la heroína, pasando por las anfetaminas y la cocaína.
Tal como lo describe el portal Vice News, la lucha antidrogas en el país se realiza desde otra perspectiva: aquellos que son detenidos en posesión de este tipo de sustancias comparecen ante los llamados "comités de disuasión", conformados por psicólogos, abogados y trabajadores sociales. Sin embargo, las drogas siguen siendo ilegales y aquellos que estén involucrados con su tráfico y distribución pueden ser juzgados, condenados y encarcelados.
Aunque la política desató en su momento gran polémica, luego de 16 años, Portugal se ha convertido en una referencia en materia de legislación antidroga, basándose en la aplicación de terapias motivacionales, el uso de medicamentos, tratamientos de desintoxicación, sistemas de terapias en grupo y un plan de reinserción laboral para los toxicómanos.
En la actualidad los resultados demostrados por el sistema han sido asombrosamente positivos: no solo se ha disminuido el consumo de estupefacientes exponencialmente, sino también el índice de infecciones por VIH (de 1.016 casos en 2001 a 56 casos 2012) y las muertes por sobredosis hasta en un 80%.
De esta manera, las drogas han sido menos estigmatizadas y la sociedad percibe al usuario como un consumidor y no como un delincuente. "Yo creo que se trata de respetar su proceso, y de asumir que incluso en el caso de que alguien siga consumiendo drogas, esa persona merece la inversión del Estado, de un Estado que haga lo posible por ofrecerle una vida mejor y más larga", explica Goulão.
Tras la sesión especial de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre la política global de drogas celebrada en Nueva York la semana pasada, el médico portugués invita a las naciones a considerar este modelo, teniendo en cuenta las circunstancias propias de cada país. No se debe olvidar que la prohibición puede ser el camino perfecto para aumentar el precio del mercado negro y redoblar la potencia de las organizaciones criminales que lo controlan, sin brindar una real solución al problema.