Muchos habitantes del barrio Owino Uhuru de Mombasa (Kenia) sufren los efectos nocivos que provoca el plomo: daños cerebrales, tumores, problemas renales y reproductivos e, incluso, la muerte. Del mismo modo, algunas especies de animales y plantas han desaparecido fruto de esa contaminación, que daña el terreno a través de la lluvia, explica un reportaje de El Confidencial.
La culpable de sus males es una fábrica de reciclaje de baterías de auto, cuya ineficiencia en el control y tratamiento de residuos de facilitó la propagación de ese metal nocivo a través del aire. Tras varios años de lucha la instalación dejó de funcionar, pero el suelo y el agua del lugar mantienen altos niveles de toxicidad.
Kenia no es el único país de África que sufre este problema. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha determinado que Ghana, Tanzania, Angola y Nigeria también padecen envenenamientos de gran magnitud por plomo. Esta situación obedece a que el reciclaje de baterías que contienen este elemento supone una fuente de ingresos sencilla y su desmantelamiento carece de una legislación efectiva, con lo cual se realiza sin las medidas de seguridad o protección necesarias.
Para finalizar, el texto indica que los principales clientes de este proceso son las compañías automotrices de Europa y Asia, pero las empresas del viejo continente hacen 'la vista gorda' ante los niveles letales de plomo a los que se enfrentan los africanos.