Así es el hombre de 90 años que construye en solitario una catedral con material reciclado

Sin conocimientos de arquitectura ni albañilería, pero con la entrega y la paciencia de un santo: así está levantando una catedral en España el señor Justo Gallego, a quien entrevistamos hoy.

La Catedral de Justo es una singular muestra de lo que podría llamarse arquitectura religiosa artesanal, si el término existiera. Pero no existe, claro, porque nunca antes nadie había hecho algo así: se trata de un edificio construido de manera totalmente autodidacta por un sólo hombre, Justo Gallego, que el próximo 20 de septiembre cumplirá 91 años. Justo lleva más de cuarenta años totalmente consagrado a este proyecto. A día de hoy, ha conseguido levantar casi completamente una catedral con material reciclado y desechos re-aprovechados. Ladrillos rotos, bidones de gasolina o botes de cacao en polvo rellenos de hormigón forman parte de sus materiales de construcción; ruedas de bicicleta, botellas y otros objetos de la vida cotidiana acaban integrándose en esta edificación fascinante que Justo considera, sencillamente, su ofrenda a Dios. 

"Poco a poco- explica Justo en un cartel que tiene colgado en el interior de su catedral, a modo de biografía- valiéndome del patrimonio familiar del que disponía, fui levantando este edificio. No existen planos del mismo, ni proyecto oficial. Todo está en mi cabeza. No soy arquitecto, ni albañil, ni tengo ninguna formación relacionada con la construcción. Mi educación más básica quedó interrumpida al estallar la Guerra Civil. Inspirándome en distintos libros sobre catedrales, castillos y edificios significativos fui alumbrando el mío propio". 

Esta historia alcanzó cierta fama internacional gracias a que una conocida marca de refrescos realizó un spot tomando como protagonista a Justo Gallego y a su espectacular construcción. A raíz de eso, incluso el MoMA de Nueva York incluyó este proyecto en una de sus exposiciones. De hecho, la Catedral de Justo es tenida en cuenta en el mundo académico del arte como una peculiar muestra de art brut, un término que se usa para describir el arte creado fuera de los límites de la cultura oficial.

El encuentro con el artista

En Mejorada del Campo hace hoy un calor insufrible, y por eso apenas hay nadie en la calle a mediodía. Los pocos bares que permanecen abiertos tienen las puertas cerradas y la gente en su interior sobrevive gracias al aire acondicionado. Agosto es un mes duro en esta zona de España. 

Cuando llegamos a la famosa catedral, la encontramos abierta de par en par, e igualmente desierta, aunque en su interior abovedado se mantiene el aire fresco y por eso el visitante se siente como en una especie oasis místico. Es un escenario colorido y un poco delirante, donde los mensajes espirituales escritos y las imágenes religiosas conviven con las herramientas polvorientas, los escombros amontonados y los botes de pintura vacíos. La cúpula y el techo de la catedral son altísimos. Los rayos de sol se filtran a través de las vidrieras pintadas a mano por el propio Justo.Tan sólo una pequeña bandada de pájaros que revolotea en su interior interrumpe el silencio. La verdad es que el edificio es enorme, y francamente impresionante.

Escalinatas decoradas con azulejos de cerámica, columnas y arcos, impresionantes bóvedas de medio cañón en cada una de las tres naves que componen el edificio, escaleras de caracol, escenas bíblicas pintadas en las vidrieras y sobre los muros... mientras esperamos al enigmático artífice de todo esto, recorremos el edificio en su totalidad: la cripta, la sacristía, el patio interior, las arcadas, el claustro y los espacios destinados a los altares: todo está perfectamente ejecutado, con la rectitud de un proyecto divino y con el encanto rudimentario del trabajo humilde.

Eso sí: no hay ninguna medida de seguridad. Nada garantiza que esto no se vaya a derrumbar de un momento a otro; y nada impide al visitante despistado caerse desde una altura considerable si no anda con cuidado por las tribunas a medio construir. Como reza un cartel bien grande, aquí cada uno es responsable de su destino:

Aunque todo el mundo se refiere a esto como 'La catedral de Justo', realmente no es una catedral, al no estar consagrada ni reconocida por ninguna diócesis. Pero cuando uno está a la sombra de los pórticos construidos por Justo, cuando mira desde el patio central a su alrededor y ve el tamaño y el alcance de esta hazaña, cuando eleva la vista hasta las numerosas torres que flanquean el edificio, o cuando sencillamente imagina el trabajo realizado y la dimensión espiritual de esa entrega, la burocracia clerical importa poco. 

A la media hora aparece por fin Justo, inconfundible, con la misma chaqueta azul y el mismo gorro rojo de lana con que aparece en casi todas las imágenes que existen de él. Si alguna vez justo fuese canonizado, probablemente su estatua en las iglesias tendría que ir vestida con ese atuendo de trabajo azul de chaqueta larga y esa tela roja atada a la cintura. Camina ya encogido por la vejez, con paso delicado, y se sienta en una butaca a leer un libro que lleva por título, muy curiosamente, "Biblia Juvenil". 

La conversación con Justo Gallego ya no es fácil. No es sólo porque tiene más de 90 años y le cuesta oír y hablar, sino porque además está un poco cansado: "No sois solo los periodistas -nos dice- sino autobuses llenos de personas, siempre con las mismas preguntas tontas, y yo ya me agoto fácilmente". Por otra parte, Justo no se preocupa demasiado por responder exactamente a lo que se le pregunta. Le interesa poco o nada hablar del proceso de construcción de su particular templo, y su discurso tiende elevarse enseguida a cuestiones mucho más religiosas. Le preguntamos qué sentimiento le impulsó a poner en marcha un proyecto tan ambicioso, y nos responde: "¿Sentimiento? Pero...¿Usted acaso no está enamorado de Cristo? Si usted está bautizado, tiene usted un sacramento, y es su culpa si no prosigue amándole. Yo he hecho esta catedral porque he tenido los medios para hacerla, pero no se trata de eso. Usted haga lo que pueda. Por lo menos, una recta intención. Usted podría hacer un monumento en el aire. No se trata de hacer una catedral como esta". 

En este momento, Justo interrumpe la entrevista, porque ve a una mujer que pasea por el interior de la catedral y lleva una falda que el anciano considera demasiado corta. Le pide a la mujer que se acerque a donde estamos. Lo cierto es que la falda apenas deja ver enteras las rodillas, pero Justo se muestra un poco intransigente: "No me gusta tener que decírselo - le espeta a la mujer, que se ha quedado petrificada por la vergüenza- pero está usted en un lugar santificado, y hay que vestirse un poco más... -de repente señala a una chica joven que ha venido con pantalones-... pues así, como esta chica, que se ha vestido adecuadamente". La mujer y su acompañante piden disculpas y argumentan que nadie les había avisado de que era un lugar santo. Creían que era "simplemente una obra, un edificio en construcción". 

Y lo cierto es que, técnicamente, así es. Aún falta mucho por hacer para terminarlo del todo y las peculiares características de esta construcción, sin licencia de obra, sin proyecto visado por el Colegio de Arquitectos, y sin ningún apoyo municipal ni institucional, hacen que su continuidad y su destino sean inciertos. En declaraciones al diario 'ABC', hace tres años, el Obispado de Alcalá de Henares se limitó a señalar que el asunto "está ahora mismo en fase de estudio, en concreto se quiere crear una fundación con el fin de conservar el edificio. La diócesis estaría en el patronato de la organización, pero no podemos decir si en el futuro el templo será destinado al culto público".

El Ayuntamiento de Mejorada del Campo ni siquiera ha colocado en las calles carteles para indicar la ubicación de esta tremenda edificación. Para bien o para mal, hacen como si no estuviera allí. Aplicando la ley, probablemente deberían demolerlo por estrictas razones de seguridad; pero el carisma y el arraigo popular del edificio generaría demasiada controversia...y políticamente no resultaría rentable a nivel electoral. Por todo ello, el futuro de esta edificación es aún bastante incierto.

No es algo que parezca preocupar demasiado a Justo Gallego, que da por hecho que no verá su obra culminada: "No, yo no puedo. Estoy ya muy mal, tengo ya 91 años. Yo haré lo que pueda. Hay familiares y vecinos que lo van a continuar". 

Vamos intuyendo en la actitud de Justo, que cada vez nos presta menos atención y se va centrando más en la lectura de su "Biblia Juvenil", que la entrevista está llegando a su fin. Así que nos despedimos, pero nos interrumpe inesperadamente: "Mire esto, yo creo que esto le va interesar a usted"-nos dice. Y con el dedo nos señala una frase del libro que está leyendo: "La Iglesia Católica es una riqueza inagotable que Dios ha regalado a la humanidad". "Esto la gente no lo sabe -dice tristemente-. La gente ya no lee nada de esto". Él sí que sigue leyendo, con mucho interés, y prácticamente se olvida de despedirse de nosotros, que nos vamos alejando hacia el portón principal. 

Y le dejamos allí tranquilo, leyendo a la sombra fresca de su enorme creación, entre magníficas cúpulas, pinturas bíblicas y montones de escombros, en mitad de ese extraño templo de hormigón, cristal y plástico que es hogar y testigo mudo de una entrega mística sin límites.

Al conocer a Justo Gallego y su trabajo, uno comprende intuitivamente que la conexión con un ideal supremo, la entrega a un proyecto vinculado con lo eterno, alimenta a la persona con una energía que fluye permanentemente, incluso a través de un cuerpo debilitado y consumido por el esfuerzo y el tiempo. Y desde ese punto de vista es fácil entender que Justo Gallego no ha estado construyendo simplemente un templo religioso con materiales reciclados, sino su propio puente espiritual hacia la eternidad.

David Romero