Rudy Kurniawan parece un personaje de cine, uno de esos malhechores refinados y elegantes, perfectamente infiltrados en el mundo del lujo, con astucia suficiente como para levantar una fortuna de millones de dólares sobre una mentira... en su caso, una mentira embotellada y etiquetada como si fuera un vino excelente y carísimo, pero que solo contiene una falsificación líquida que él mismo preparaba en la cocina de su casa en Arcadia (California).
Este joven indonesio de origen chino fue juzgado y condenado en 2014 a 10 años de prisión, por cometer el mayor fraude que el mundo del vino ha conocido jamás. Hacía copias de vinos caros en su propia casa. Reproducía artificialmente vinos muy cotizados en el mercado y muy deseados por muchos de los mayores coleccionistas del mundo. Jugaba a su favor el hecho de que este tipo de vinos (los grandes crus de Borgoña o los más selectos de Burdeos, por ejemplo) rara vez se descorchan y se beben realmente: se compran como objetos de colección o se guardan como inversión financiera, así que las posibilidades de reconocer el fraude mediante una cata apropiada se reducía mucho. Sus vinos favoritos para falsificar y vender eran los del Domaine de la Romanée Conti, una de las bodegas más prestigiosas del mundo. Para que se hagan una idea, hoy en día se puede adquirir online una botella de esta bodega en Europa, pero hay que pagar 13.600 euros por ella.
La semana pasada el canal Arte estrenó en Francia el documental 'Sour Grapes', en frances 'Raisins Amer' ('Uvas Amargas'), que narra toda la fascinante historia de Kurniawan. Dirigido por Jerry Rothwell y Reuben Atlas, el documental cuenta con testimonios de quienes le conocieron y de algunas de sus víctimas. Aquí puede verse el tráiler oficial en inglés:
Una mentira delicada como una burbuja
En 2007 Kurniawan era famoso entre las clases altas de la costa oeste de Estados Unidos por ser el dueño de la mayor y más exquisita bodega privada del mundo. Frecuentaba subastas de botellas de vino y pujaba entre millonarios, aristócratas y poderosos empresarios; llegaba a pagar hasta un millón de dólares por una botella. Quienes le conocieron aseguran que, además de tener olfato para los negocios, de verdad tenía un paladar fino, capaz de reconocer y distinguir las cualidades que convertían un vino en una auténtica reliquia. Se convirtió en un potente comerciante de vino y pasó a organizar sus propias subastas. Las catas que organizaba eran prestigiosos acontecimientos sociales en las altas esferas de California. Los investigadores calcularon que llegó a vender casi 2,5 millones de dólares sólo en falso vino de Borgoña.
Eran los años previos a la crisis, "los años locos de Sillicon Valley", todo era crecimiento económico, se inflaba la burbuja y empezaba a haber gente con mucho más dinero que criterio para gastarlo. El contexto ideal para un negocio fraudulento y vinculado al lujo, como el de Rudy Kurniawan.
Pero se le fue de las manos: empezó a falsificar más botellas de las que había producido realmente una bodega en un determinado año o subastaba botellas de añadas de un vino que no se había producido. Los expertos empezaron a notar que algo no encajaba y extremaron sus precauciones. Uno de los casos que hicieron saltar las alarmas fue el de las botellas de Clos Saint Denis del Domaine Ponsot, concretamente las de las cosechas entre 1945 y 1971, que Kurniawan vendió como auténticas: Laurent Ponsot, el propietario de la bodega, se extrañó muchísimo, ya que su familia no había empezado a elaborar vino hasta 1982. Fué el punto de partida de una investigación en la que se involucró hasta el FBI.
En Marzo de 2012 los federales irrumpieron en casa de Rudy Karniawan y hallaron pruebas determinantes: las botellas vacías, los tapones de corcho, todo lo necesario para la elaboración de los caldos falsos (incluidas uvas de la variedad pinot noire) , y las elegantes etiquetas cuidadosamente copiadas, organizadas en fajos sujetos con gomas elásticas.
Rudy Kurniawan ya ha cumplido 2 años de condena, pero sigue apelando la sentencia que le mantiene encerrado. El año pasado salió a subasta su Lamborghini, junto a otros vehículos de altísima gama que compró cuando su negocio iba bien. Kurniawan está legalmente obligado a pagar 28,4 millones de dólares a las víctimas de su fraude.