"Una madre enojada", como se autodenomina la autora, dejó debajo de la puerta de la abuela de Maxwell una carta dirigida a la madre del muchacho, Karla Begley, en la que se quejaba de que los ruidos "propios de un animal" que, según ella, emite Maxwell "asustan a los niños normales", añadiendo que "los llantos de los bebés y los ladridos de los perros son ruidos normales, pero el ruido que hace su hijo no lo es".
A continuación, en el insultante mensaje, la anónima vecina agrega: "¿Quién va a querer hacerse cargo del chico? Nadie querrá ofrecerle un trabajo, ninguna chica normal lo va a amar o va a querer casarse con él, y tú [en alusión a la madre] no vas a vivir para siempre. Creo que todas las partes su cuerpo que no estén afectadas por el retraso deberían ser donadas a la ciencia, ¿qué otra utilidad pueden tener?".
Al final de la carta la mujer pide a la madre del niño que le hagan un favor a todo el vecindario y se muden, o que le practiquen la eutanasia a su hijo.
Sin embargo, al enterarse del incidente, los vecinos de la familia de Maxwell, indignados por la intolerancia demostrada por la autora de la carta anónima, decidieron buscar a la responsable y hacer todo lo posible para poder tomar acciones legales contra ella.