Un grupo de científicos de las universidades de Southern Denmark, Harvard y del Hospital Mount Sinai, ya habían identificado en 2006 cinco químicos industriales que pueden afectar el cerebro: el plomo, el metilmercurio, los bifenilos policlorados (que se encuentran en los transformadores eléctricos, motores y condensadores), el arsénico (que se encuentra en el suelo y el agua, así como en los conservantes de la madera y pesticidas) y el tolueno (utilizado en el procesamiento de la gasolina, así como en los disolventes de pintura, esmalte de uñas y el curtido de pieles), según la revista 'Health Land'.
Al revisar sus estudios anteriores, ahora los investigadores han sumado a dichas sustancias peligrosas otras como manganeso, fluoruro, clorpirifos, diclorodifeniltricloroetano, tetracloroetileno, y difenil éteres polibromados.
El manganeso, explican, se encuentra en el agua potable y puede afectar al rendimiento de los niños en materias como las matemáticas o causar hiperactividad elevada, mientras que la exposición a altos niveles de fluoruro en el agua potable puede contribuir a una caída promedia de siete puntos en el coeficiente intelectual. Los productos químicos restantes, que se encuentran en disolventes y pesticidas, están relacionados con déficits en el desarrollo social y el aumento de las conductas agresivas.
A juicio de los científicos, el problema fundamental reside en la suposición de que los nuevos químicos y las nuevas tecnologías "son seguras hasta que no se demuestre lo contrario", por lo que exhortan a las autoridades investigar a fondo los efectos asociados a la exposición a estas sustancias.