Así reza una petición que recolectó centenares de firmas en uno de los centros educativos del histórico núcleo de la enseñanza universitaria en Estados Unidos: Massachusetts. Las estudiantes del Colegio Smith emprendieron esta iniciativa con el fin de impedir que la gerente del FMI, Christine Lagarde, diera el discurso en su ceremonia de graduación. Y lo consiguieron: la petición la obligó a renunciar e incluso desistió de acudir al evento.
La protesta coincidió con los planes del FMI de endeudar a Ucrania (donde gobierna un régimen de dudosa legitimidad) con un préstamo de 17.000 millones de dólares, que el país probablemente jamás será capaz de devolver. Pero las prácticas de la denominada 'ayuda' del Fondo a los países con problemas económicos, las medidas de austeridad y otras condiciones que se les imponen a cambio son tan comunes que a los universitarios no les hizo falta mencionar a los países cuyos intereses defendían.
Los autores del libro 'The Body Economic', David Stuckler y Sanjay Basu, sostienen que la austeridad que el Fondo impone a los gobiernos del mundo no es sólo una política económica inconveniente, es que literalmente mata a la gente. La correlación entre la estadística de suicidios, brotes de enfermedades infecciosas, casos de depresión, por un lado, y la aplicación de los programas de austeridad, por el otro, es directa e inmediata en todos los países donde se aplican por imposición del FMI. Cada crédito cuesta al país que lo recibe decenas de miles de vidas, revela el estudio.
A qué precio para el colegio han satisfecho sus ambiciones los estudiantes, preguntó la indignada presidenta del colegio Smith, Kathleen McCartney, a los activistas, que, en su opinión, actuaron contra la diversidad de opiniones. Pero el bloguero estadounidense Eric Stoner sugiere plantear otra pregunta, que le parece mucho más actual: "¿A quién se ha logrado salvar al impedir a Lagarde dar su discurso ante el colegio?".