Nos vendieron como animales, pero nosotros no somos animales, somos seres humanos
Algunos hombres que pudieron escapar de los barcos, que abastecen de marisco a la mayor empresa de producción de gambas del mundo, Charoen Pokphand Foods, con sede en Tailandia, y a otras compañías, relataron a 'The Guardian' las horribles condiciones en las que trabajaban, que incluían jornadas de 20 horas, palizas regulares y torturas. Cuentan incluso que algunos de sus compañeros fueron asesinados ante sus ojos. Algunos de ellos permanecieron en el mar durante muchos años, y regularmente les proporcionaban metanfetaminas para que trabajaran sin descanso.
"Pensé que iba a morir. Me chantajeaban y no me daban ningún tipo de alimento. Nos vendieron como animales, pero nosotros no somos animales, somos seres humanos", dijo Vuthy, un monje de Camboya que fue vendido de un capitán a otro cuando estaba buscando trabajo y pidió ayuda a intermediarios.
"Si alguien compra gambas procedentes de Tailandia está comprando el producto del trabajo de un esclavo", dice Aidan McQuade, director de la Organización Internacional Contra la Esclavitud.
No es el único caso confirmado de graves abusos por parte de grandes empresas. La explotación laboral está a la orden del día en países de todos los continentes. En África, por ejemplo, está muy extendida la esclavitud infantil. Se conocen casos en los que, en lugares como Lesoto, los trabajadores son encerrados en una fábrica y no pueden abandonarla hasta cumplir con una cuota de producción.
Combatir contra el tráfico humano debe ser una prioridad para todos los países. Pero en el caso de Tailandia, las autoridades estatales no hacen ningún esfuerzo para erradicar este 'negocio', ya que para proveerse de mano de obra los propietarios de los barcos dependen de intermediarios particulares, y no del Gobierno.