"Mi línea roja moral personal se difuminó muy rápidamente", confiesa el exsargento Avner Gvaryahu cuando habla sobre sus rutinarias operaciones militares. "No me pareció mal destruir casas enteras durante operaciones de búsqueda. Ni tampoco cuando mi escuadrón disparó accidentalmente a una mujer inocente. Nosotros rápidamente tapamos el accidente y seguimos adelante", recuerda Gvaryahu.
Según confesó al diario británico 'The Independent', Gvaryahu se alistó en el Ejército israelí al final de la Intifada de Al Aqsa (la oleada de violencia en los territorios palestinos e Israel que tuvo lugar entre 2000 y 2005) en una unidad de operaciones especiales de la brigada paracaidista responsable de la zona de las ciudades palestinas de Nablus y Jenin.
"Lo que me pasó es lo que les está ocurriendo a las IDF y a la sociedad israelí en general", observa el exsargento. Un amigo suyo que participó en la operación Plomo Fundido en 2008-2009 regresó impactado por el hecho de que las casas de los "miembros de Hamás" fueran consideradas blancos legítimos para bombardeos independientemente de que no representaran ningún riesgo para los soldados israelíes y muchas veces con gente inocente en el interior.
Lo mismo ocurrió durante la operación Borde Protector, iniciada en julio de 2014, en la que las casas de los "miembros de Hamás" fueron añadidas a la larga lista de posibles objetivos del Ejército israelí en la Franja de Gaza.
El balance: 150 muertos en Gaza en los primeros seis días de la operación, la gran parte de los cuales fueron civiles, un 25% de ellos niños. "Nuestras dudas sobre la lógica y la justicia ni siquiera nos interesan ya, ya que nuestras líneas rojas morales están en constante movimiento", concluye Gvaryahu.