Raúl asegura que desea volver a su casa, pero no lo hace por temor a su padre, quien lo "golpea y no quiere volver a verlo". Sus temores crecen cuando llega la noche.
Al desprecio en las calles se suma el maltrato policial y la posibilidad de que otros le roben lo poco que ha conseguido, pero en la calle también ha encontrado manos amigas. A través de la asociación Son de Vida, Graciela Asperilla y Jonathan Roca Figueroa llevan 4 años ayudando a los niños, que como Raúl, viven en las calles.
"Es lo que a mí más me llamó la atención. ¿Cómo un niño se puede adaptar a vivir en un entorno tan hostil como la calle?, cosas que un adulto no aguantaría mucho, y ellos consideran la calle como un beneficio porque la calle también les da rédito económico, familia, solidaridad y amistad entre otros niños", dice Graciela.
Hay un código que dice que no puede haber niños en las calles, pero muchos adultos los vemos y pasamos con nuestros autos y no hacemos nada al respecto
Si bien al principio las drogas son un refugio para sus problemas, luego se convierten en una atadura a la calle, que los pone al servicio del microtráfico de drogas.
Mientras los narcotraficantes amasan enormes fortunas con la venta de drogas, las víctimas son condenadas a vivir y a refugiarse en lugares como debajo de un puente; y además, víctimas de la pobreza y la exclusión, se ven obligados a consumir drogas más económicas, pero también más letales.
Según los últimos estudios, Bolivia tiene el nivel más bajo de consumo de toda la región, un poco más del 3% de la población. El Gobierno centra su lucha contra el consumo y microtráfico en la prevención.
"Ahí hay que trabajar mucho en la parte preventiva, concienciación. La policía no está en cada hogar, unidad educativa. En cada hogar están los padres, profesores, directores, compañeros de clase. Hay que trabajar mucho en el tema de los valores, y aquí el capitalismo tiene un problema grave con el debilitamiento de valores, porque el capitalismo entiende que en la vida todo se compra y vende, que lo único que se discute es el precio", señaló por su parte el ministro de Gobierno, Carlos Romero.
Todos ellos plantean que la solución a esta realidad debe ser integral, que nadie sea indiferente.
"Hay un código que dice que no puede haber niños en las calles, pero muchos adultos los vemos y pasamos con nuestros autos y no hacemos nada al respecto. Entonces hay que devolverle al ser humano esa capacidad de empatía que tiene y que la ha perdido por diversas razones, pero si no la tenemos no podemos vivir en convivencia y eso es importante", considera por su parte Jonathan, de la asociación Son de Vida.
La realidad es que estos niños y jóvenes, que si bien consumen o están en las calles, siguen teniendo sueños e ilusiones: abandonar las calles para siempre y que ningún otro niño tenga que vivir lo que ellos han vivido.