Así lo cree el columnista del periódico 'Haaretz' Sefi Rachlevsky, quien acusa al gabinete de Benjamín Netanyahu de ser tan intransigente como el extremismo islamista.
"Por supuesto, el Estado judío del primer ministro Benjamín Netanyahu no es igual que el Estado Islámico, pero hay una conexión entre ellos, y eso tiene efectos concretos", opina el analista. Si se dieran ciertas condiciones se podría organizar una "alianza regional contra el racismo mesiánico", pero Israel, con su distanciamiento de la cultura y la ciencia contemporánea, es incapaz de dar este paso.
Es más, según Rachlevsky, Israel "sacrifica, en el gueto educativo racista, no solo las almas de sus niños, sino también la capacidad de ser un actor influyente en la región". Si, en cambio, fuera ese tipo de actor, Tel Aviv podría "adoptar un papel estabilizador contra los extremistas".
En el país hay distintos tipos de escuelas secundarias, admite el columnista. Pero aproximadamente la mitad de los alumnos hebreos descubren el mundo a partir de las ideas de Talmud, como la que reza: "Vosotros sois el pueblo elegido, mientras que el resto de las naciones del mundo ni merecen llamarse personas".
La otra mitad de los estudiantes se gradúa sin conocer las ideas de Spinoza, Kant, Platón, Freud, Marx, Buda, Jesús, Mahoma, Einstein, Zhuangzi o Rousseau. La intransigencia de la política educativa deja fuera de los programas escolares el estudio de la herencia metafísica y científica de estas destacadas personalidades.
Para el próximo año es preciso organizar un nuevo sistema escolar fundamentado en la educación científica humanista que permita entrar en el mundo de la cultura y la investigación para evitar que los judíos degraden al nivel de Holocausto, sugiere el columnista. "La alternativa –insiste– es vivir en el mundo del Estado Islámico".