Los aborígenes asumieron la responsabilidad de proteger la selva, revela la cadena Globo. Y cumplen con la función de guardabosques de una manera bastante peculiar.
Lo primero que hacen es establecer puestos de vigilancia en las áreas forestales expuestas a la explotación ilegal. Desde estos puestos envían a sus guerreros a capturar y expulsar a todos los taladores que encuentran.
Con el fin de avergonzarlos y castigarlos de manera ejemplar, los indígenas los atan, les quitan la ropa, los privan de sus hachas, sierras y otras pertenencias y, una vez desnudos y despojados de herramientas, liberan a los intrusos para que regresen a su civilización. Las herramientas incautadas a los leñadores son destruidas o utilizadas por los ka'apor para aserrar los troncos encontrados para que los invasores no vuelvan a recogerlos.
El pueblo ka'apor es un grupo étnico que siempre ha mantenido unas relaciones complicadas con las vecinas tribus indígenas de Brasil. La defensa de sus territorios a menudo ha adoptado formas violentas. Desde los años 1980, hasta la tercera parte de las tierras que consideran suyas ha sufrido una alarmante deforestación, convirtiéndose en arrozales y pastos de ganado por iniciativa de los campesinos sin tierras o por culpa de los dirigentes locales.
Mientras tanto, según las leyes federales la zona en la que habitan forma una reserva. El actualmente denominado Alto de Tierra Indígena Turiaçu fue demarcado por la Fundación Indígena Nacional de Brasil (FUNAI) en 1978 y debe estar protegida por la ley de todas las intromisiones de personas ajenas al territorio.