Cuando solo tenía nueve años, Dmitri realizó ya la primera investigación que recibiría los elogios de los científicos del Centro de Preparación de Cosmonautas Gagarin de Rusia. Y es que algo tan común como cepillarse los dientes puede ser toda una odisea en el espacio.
No en vano, Dmitri desarrolló un cepillo espacial de dientes que no precisaba de agua para la limpieza bucal de los exploradores espaciales rusos.
"Durante una conferencia a la que asistí en un centro espacial, los cosmonautas me dijeron que tenían muchos problemas con sus dientes y quise ayudarles. El agua es muy cara para las misiones en el cosmos y ellos no pueden gastar demasiado. Además si hay alguna fuga, esto puede dañar algunos sistemas", comenta el joven científico.
Ahora, cuando ya ha cumplido 16 años, sus aspiraciones van a más. Su nuevo proyecto, que será presentado en la ciudad alemana de Leipzig ante numerosos médicos y especialistas, tiene un sentido eminentemente práctico. Dimitri intenta averiguar cómo reacciona el cerebro humano ante la emisión de ondas electromagnéticas y evitar sus efectos nocivos.
Ahora hago electroencefalogramas sin radiación electromagnética artificial
Dmitri estima muy valiosa la colaboración de sus compañeros de clase y sus opiniones para desarrollar este proyecto que ya aplica en menores. "Ahora hago electroencefalogramas sin radiación electromagnética artificial. Realizo este estudio con niños de entre seis y diez años porque ellos no presentan cambios hormonales bruscos y tampoco síntomas de estrés", explica el joven científico.
Dimitri aspira a que algún día su proyecto se instale en los hospitales de toda Rusia y por qué no de todo mundo. Su innovación lograría abaratar el coste de este tipo de pruebas médicas y que, además, puedan realizarse cerca de la cama de los pacientes e incluso en su casa.
Sus profesores ya veían en él un talento fuera de lo común, pero siempre le recomendaron empezar desde la base.
"Al principio yo trataba de convencerle que no hay que estudiar el problema sin saber la estructura del órgano, su funcionamiento. Pero él me dijo que ya realizaba experimentos y obtenía resultados positivos. Discutimos mucho y estudiamos juntos esta área, pero él ya ha sobrepasado mi nivel de conocimientos", comenta Marina Cherepánova, profesora de biología.
Sus investigaciones ayudarán a avanzar tanto en el campo de la medicina –evitando, por ejemplo, ataques epilépticos– como en el terreno de la prevención de riesgos como los derivados de la exposición a las ondas electromagnéticas o del aprovechamiento de este tipo de energías.
Estos avances se podrán aplicar en un futuro muy cercano. De hecho, ya se trabaja en la construcción de materiales inteligentes capaces de repeler los efectos nocivos de las ondas electromagnéticas y aprovecharlas de forma útil.