El pueblo de Kocho se ubica en la desértica región que separa a Irak de Siria. La mayoría de sus 1.700 habitantes son yazidíes, una minoría religiosa preislámica kurda que se encuentra dispersa entre los dos países donde el EI busca instaurar un nuevo califato. Antes de que llegaran los extremistas islámicos a Kocho, Nadia soñaba con estudiar y poder contribuir al presupuesto familiar. Estudiar historia era su pasatiempo favorito. Sin embargo, cuando la milicia yihadista ocupó el poblado su vida se transformó en una pesadilla que será difícil olvidar, reporta 'Der Spiegel'.
Durante los nueve días que estuvo bajo secuestro, Nadia fue víctima de violaciones sexuales, a veces se le prohibía beber agua y tenía que compartir un huevo podrido entre las seis mujeres que estaban en su misma habitación. Los yihadistas las golpeaban con cables eléctricos sin razón alguna varias veces al día. Nadia dice que "la única forma de tener algún privilegio era aceptar convertirse al islam".
La oportunidad para escapar se le presentó la noche del noveno día de su captura. Seis eran los encargados de vigilar la casa; sin embargo, ese día el silencio era más profundo de lo habitual. Nadia se percató de que cuatro de los yihadistas estaban ausentes o dormían, y que los dos restantes estaban en la cocina, ya que alcanzó a escuchar su discusión. Además, había visto que el seguro de la puerta no funcionaba; así que, tomando unos tenis que tenía escondidos en el ropero del cuarto, salió corriendo de la habitación hacia un jardín rodeado de arbustos secos. Para su fortuna, el perro de la casa no ladró. "En ningún momento dudé en escapar de esa pesadilla a pesar de que la muerte era lo que me esperaba si era descubierta".
Después de saltar la barda que rodeaba la casa, Nadia corrió lo más rápido que sus fuerzas físicas le permitían. "No piensen en escapar" las habían amenazado los miembros del EI, que ofrecen recompensas de 5.000 dólares a quienes capturen a fugitivos. Esto atrae a los locales que buscan ganar dinero fácil y tener acceso a mujeres.
Al llegar a Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak y uno de los centros de los combates entre el EI y las fuerzas kurdas, le pareció estar en una ciudad "vacía". Por el momento desconoce el paradero de su madre y piensa algún día ir a la Corte Internacional de Justicia en La Haya para testificar y castigar a los culpables. Por eso debe "recordar cada segundo", sin importarle el tiempo que deba esperar para alcanzar la justicia.