"A las crías las dejan vivir y las venden como mascotas. Las llevan en maletas hacia China y Oriente Medio porque allí se paga mucho dinero", explica Federico Bodganowicz, director ejecutivo del Instituto Jane Goodwall España (IGJ). Añade Bodganowicz que "las hembras con bebés son las más expuestas, porque los pequeños se aferran a sus madres y eso las hace más lentas".
Detrás del miedo a los humanos de este pequeño simio no solo están las balas, sino también el fuego y el acero. "Matan a las madres y las ahúman para preservar la carne. Es una 'delicatessen' en países como Camerún", asegura Bogdanowicz.
El tráfico de especies se lo reparten cinco grandes mafias. Por dos chimpancés exportados con sello CITES (Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre), los traficantes obtienen más de 16.000 euros en El Cairo, desde donde los trasladan a otros países. No obstante, un furtivo de Guinea sólo recibe unos 40 euros, según datos de GRASP ('Great Apes Survival Partnership'). Además de los simios, los traficantes también persiguen a los bonobos, por los que reciben casi 38.000 euros por pareja, y a los gorilas, los cuales pueden superar los 240.000 euros para el traficante y suponer 2.000 euros para el furtivo.
Matan a las madres y las ahúman para preservar la carne
Tanto el IGJ como el propio GRASP coinciden en que "el verdadero problema son los traficantes, no los furtivos". "Si se acaban los traficantes, no habrá furtivos", aseguran. En la lucha contra esta mafia se ha implicado LAGA ('The Last Great Ape Organization Cameroon'), la ONG fundada por Ofir Drori que rescató al bebé chimpancé y a los restos de su familia. Según la organización, el comercio ilegal de grandes simios es una estructura "transnacional, organizada y especializada". Estos terribles sucesos "son comunes en las numerosas operaciones de detención de traficantes de simios realizadas este año".
En países como el Congo, LAGA colabora con el Instituto Jane Goodall. De esta forma, el equipo de Ofir Drori efectúa el rescate y las detenciones y posteriormente traslada a las víctimas a centros de rehabilitación del IGJ como el de Tchimpounga, donde se trabaja con los bebés mostrándoles que no todos los humanos son malvados.