La Señora de la Santa Muerte "ha logrado tener entre diez y 12 millones de devotos en sus 12 años de existencia pública", asegura Andrew Chesnut, autor del libro 'Devoted to Death' ('Santa Muerte' en la edición en español), informa la revista Vice. "No hay ningún otro movimiento religioso de reciente aparición capaz de competir con este crecimiento vertiginoso", asegura Chesnut.
Antes de 2001, la Santa Muerte era adorada en la clandestinidad de las casas de sus seguidores. Sin embargo, desde que se conociera el primer santuario público dedicado a la Santa Muerte en el barrio de Tepito, en la ciudad de México, no tardaron en aparecer seguidores tanto en México como en Centroamérica y en ciudades estadunidenses con una presencia importante de población latina. El mayor altar a la Santa Muerte se encuentra en la ciudad de Tultitlán, Estado de México, y consta de una estatua de casi 23 metros.
El origen de la Santa Muerte no está claro y muchos lo consideran una mezcla entre catolicismo y la creencia azteca en Mictecacíhuatl, la reina del Mictlán o el inframundo. La relación con el catolicismo se hace evidente en los rituales dedicados a la Santa Muerte, que son muy similares a los rituales católicos. La vinculación con las creencias indígenas es más incierta, ya que son muchas las culturas que adoran a la muerte.
En cuanto a la popularidad de la Santa Muerte en México, Chesnut la relaciona con el hecho de que en este país "desde 2006 se han producido casi 80.000 muertes". "La gente busca protección y la Santa Muerte tiene reputación de ser la más poderosa", asegura el autor.
A diferencia del Dios cristiano, la devoción a la Santa Muerte no exige exclusividad. De hecho, muchos seguidores de la Santa Muerte siguen siendo católicos. "La gente se siente más cómoda pidiéndole favores que se supone que no deberías pedirle a un santo católico", explica Chesnut. "Si quieres que tu paquete de metanfetamina llegue a salvo, es más fácil pedírselo a ella que a la Virgen de Guadalupe", asegura.
En cuanto a la postura de la Iglesia católica, en mayo de 2013 el cardenal Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de Cultura del Vaticano, condenó oficialmente la veneración de su figura y tildó el culto de "blasfemia contra la religión". Los obispos católicos de México tampoco se muestran indiferentes al culto. "No pasa una semana sin que lea noticias sobre algún obispo ambicioso de México que tache a la Santa de satánica", afirma Chesnut.