En Rusia existe una aldea infantil entera de la red de orfanatos internacionales SOS que acoge a niños abandonados. La aldea fue creada en 1996 en el pueblo de Tomilino, Provincia de Moscú.
Esta aldea es una de las aldeas infantiles SOS, una red de orfanatos internacionales. Yana aquí ha encontrado su nuevo hogar.
“La idea es ayudarles a sobrevivir esa vida cruel que les ha tocado vivir. Les proporcionamos una nueva familia. Allí es donde reciben cariño y amor, y la mujer que los cuida es su nueva madre, se preocupa por ellos y los educa”, dice Anatoli Vasíliev, Director de la aldea SOS "Tomilino":
Este tipo de pueblos no es un invento nuevo. Hace ya más de 60 años, Hermann Gmeiner fundó la primera Aldea Infantil SOS en una pequeña ciudad austriaca para ofrecer a los niños huérfanos y abandonados un hogar en un entorno familiar. Y eso también significa tener una madre.
Una mujer recibe un sueldo, tiene días libres y vacaciones. Está entrenada para criar hijos ajenos y ayudarlos a olvidar un pasado de maltratos y abandonos. Está segura de estar haciendo el trabajo más importante del mundo.
“En comparación con los niños de otros orfanatos, los nuestros tienen un sentimiento de superioridad, me parece. Creo que miran a los otros un poco por encima del hombro. De eso me di cuenta en seguida. ¿Que salen de aquí ganando? ¡Sin duda alguna!”, dice Nadezhda Stepánova, "madre" en la aldea Tomilino.
En cada una de las casas de la aldea viven entre 6 y 7 niños. Esta madre está con ellos en la alegría, en la tristeza, en la enfermedad y en el éxito de sus "hijos".
Un menor que crece en un orfanato se cría sin valores familiares. Este vínculo roto en la relación entre madre e hijo, tan necesaria para el desarrollo de cada individuo, aquí vuelve a estrecharse.
“Son más exitosos, más tranquilos, más independientes. En un orfanato tradicional reciben todo: les compran la ropa, juguetes y otras cosas. Aquí es diferente. Aquí lo hacen ellos mismos junto con su madre. Tienen otra forma de pensar. Tienen otra imagen de la familia.”, cuenta Anatoli Vasíliev, director de la aldea.
Esta no es una familia común y corriente, pero en las casas a los niños no les faltan amor, ni respecto y, mucho menos, seguridad.
Es por proyectos como éste por los que estos niños algún día querrán crear su propia familia, sin miedo a relacionarse con la gente o de ser rechazados y abandonados otra vez.