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Varios ex criminales rearman su vida junto a una iglesia ortodoxa

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La sociedad a menudo cierra las puertas a los ex presos. Y parece, que a veces no tienen otra opción que volver al camino criminal. Sin embargo, en una iglesia ortodoxa de Moscú, algunos de ellos pueden empezar una nueva vida sin violencia. La primera vez que Piotr Medvédev fue encarcelado tenía

La sociedad a menudo cierra las puertas a los ex presos. Y parece, que a veces no tienen otra opción que volver al camino criminal. Sin embargo, en una iglesia ortodoxa de Moscú, algunos de ellos pueden empezar una nueva vida sin violencia.

La primera vez que Piotr Medvédev fue encarcelado tenía 15 años. Éste sería el comienzo de un largo camino de reiteradas entradas y salidas de la calle a la prisión. Robos, drogas y hasta el asesinato de un hombre acabarían con más de dos décadas detrás de las rejas. ¿Qué puede hacer una persona como Piotr, sin un prójimo, sin profesión alguna y con este pasado, al regresar a la vida normal? La sociedad lo discrimina y las oportunidades se tornan cada vez más escasas.

Así fue hasta que un amigo le aconsejó que fuera a un centro de rehabilitación religioso, donde se podía trabajar también. La catedral de San Nicolás hace 10 años estaba completamente en ruinas, hasta la llegada del padre Alexánder Némchenko. Hoy no sólo es un lugar reconstruido de oración para muchos ortodoxos, sino también un refugio para personas que en algún momento de sus vidas fueron criminales, drogadictos y alcohólicos.

Allí los aceptan como son, asumiendo todas las posibles dificultades que puedan afrontar. “Esta comunidad tiene todas las condiciones. Las personas que vienen al centro de rehabilitación se motivan con las historias de los que ya viven aquí. Llegan porque no tienen un hogar adonde ir al salir de prisión, o por otras razones”, cuenta el arcipreste Némchenko.

El padre ha trabajado con los ex prisioneros para que puedan dejar atrás lo negativo de su pasado, brindándoles dignidad, pero también disciplina y la posibilidad de aprender a trabajar en el campo como forma para subsistir.

Para el padre Alexánder lo más importante cuando las personas llegan al centro de rehabilitación es que confiesen sus pecados. Y luego que aprendan por medio de la fe y la oración a creer en sí mismos, para luego estar listos para afrontar sus crímenes y adicciones. Trabajan mucho, se levantan temprano y todos conocen y respetan sus obligaciones.

Los ex presos confiesan que en el centro se puede vivir bien. Hay más libertad que en los centros penitenciarios, se respetan los derechos humanos y en general es mucho mejor.

“Aquí mi alma descansa. Es imposible comparar este lugar con la cárcel. Aquí nos alimentamos muy bien, nos suministran productos buenos. Nos sentimos protegidos. Además, hay centros que nos ayudan con ropa y otras cosas”, cuenta Piotr.

Aunque el padre Alexander reconoce que el trabajo con los ex presos es muy complicado, él no piensa parar. “Dios así lo decidió, me eligió para llevar esta cruz. En general el trabajo con ex criminales es duro e importante. Porque las personas pasaron en prisión entre 20 y 30 años, algunos por condena de homicidio. Estas personas perdieron la seguridad en sí mismos. Hay que solucionar los problemas de los que salen de prisión y no son útiles para nuestra sociedad. Hay que darles la posibilidad de trabajar, vivir e integrarse a la sociedad”, confiesa.
 
Privados de libertad, ya sea por un delito, las drogas o el alcohol, para ellos todas las puertas permanecerán cerradas. Pero el ejemplo del centro de San Nicolás demuestra que no todo está perdido: se puede volver a empezar.

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