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El amor materno vence el estigma del SIDA

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Julia ha encontrado a su hijo en Internet. Al ver su foto, entendió que quería ser su madre. Cuando empezó a arreglar los papeles, supo que el menor estaba infectado de VIH. Pero esta circunstancia no se convirtió en una barrera en su camino hacia la maternidad.
El amor materno vence el estigma del SIDA

Julia ha encontrado a su hijo en Internet. Al ver su foto, entendió que quería ser su madre. Cuando empezó a arreglar los papeles, supo que el menor estaba infectado de VIH. Pero esta circunstancia no se convirtió en una barrera en su camino hacia la maternidad.

"No es que hubiera querido tener un niño enfermo, todos optarían por uno sano. Daría mucho para que mi hijo no tuviera este mal. Además es una responsabilidad enorme. Tenía mucho miedo, miedo de no saber cuidarlo, pero cuando miré a los ojos de mi hijo todas las dudas se desvanecieron en seguida", dice la madre.

Según Julia, los huérfanos que tienen VIH son los que más apoyo necesitan. Al recibir un buen tratamiento constante y el cariño de unos padres se puede conseguir que se sientan bien y no se agrave su estado. Los médicos aseguran que con el nivel de las terapias que existen hoy en día, un niño con este virus puede tener una larga vida.

Como explica Yulia Vladskaia, la jefa del Departamento Infantil del Centro moscovita de Profiláctica y Lucha contra el SIDA, ahora hay más información, la gente está más al tanto al respecto. Ya va despareciendo el mito sobre la 'peste del siglo veinte', ya que se ha aprendido a determinar el diagnóstico, a tratar y rehabilitar a VIH positivos. También existen varios programas de integración social.

El Gobierno garantiza a estos niños una subvención especial, asistencia médica gratuita y todos los fármacos necesarios. También se han creado centros especializados para acoger a los chicos infectados que fueron abandonados por sus padres. Uno de ellos está en Moscú.

La única herencia que les dejaron sus padres a estos niños es un mal que no tiene cura. Es un lastre que tendrán que llevar durante toda su vida. Pero el mayor problema para ellos es la posibilidad de encontrar una nueva familia.

Por desgracia, el número de huérfanos en este centro no disminuye. Cada año esta casa da amparo a unos 50 pequeños residentes. Sin embargo, aumenta la cantidad de personas que desean adoptar a un niño, a pesar de que éste tenga el virus.

El médico jefe de la Casa infantil, Víctor Kredich, dice que en los últimos diez años la situación ha cambiado radicalmente. Antes adoptaban a 2 o 3 niños al año, y últimamente son unos 30 o 40 los que encuentran familias. Afortunadamente, ninguno de los niños que han sido adoptados ha vuelto después al centro.

Esta tendencia demuestra un giro muy grande en la mentalidad del pueblo ruso. Los especialistas aún recuerdan aquellos tiempos en los que incluso las niñeras tenían miedo de tomar en brazos a sus pupilos enfermos. Y ahora hay pruebas contundentes de que el amor materno no tiene límites. Julia está a punto de adoptar a la pequeña hermana de su hijo, aunque aún no sabe si la niña tiene el virus o no.

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