El fin de los denominados 'Socialismos reales' tuvo enormes consecuencias políticas en los Balcanes. Yugoslavia dejó de existir, dando paso a varios Estados independientes, como Macedonia, que reconfiguraron el mapa de esta zona europea.
El tiempo ha pasado, dando lugar a un singular sentimiento. Aunque hace casi 20 años que Macedonia se independizó de la ex Yugoslavia, para muchos habitantes de esta joven república, la condición de Estado soberano no ha significado una mejora en su calidad de vida. Esta situación ha colaborado en el surgimiento de un verdadero fenómeno social: la denominada 'Yugo-nostalgia'.
La tendencia se caracteriza por una añoranza de los tiempos en que existía Yugoslavia y, en muchos casos, tiene directa relación con la admiración incondicional hacia Josip Broz Tito, el líder de la ex república federal.
En la capital de Macedonia, Skopie, hay un restaurante que se llama 'Yugoslavia'. El lugar no acepta dólares americanos ni libras esterlinas. El dueño, Slobodan Ugrinovski, afirma que son monedas capitalistas. Él forma parte del grupo de admiradores de los tiempos antiguos: además de dar a su negocio el nombre de este país que ya no existe, lo decoró con fotografías y recuerdos de Tito, figura que también lo inspiró a fundar un partido político que rescata su legado.
Ugrinovski explica que es el único partido político en Macedonia y en las repúblicas ex yugoslavas que tiene el nombre de Tito: “lo usamos a propósito, porque cuando se dice Tito, uno piensa en socialismo, comunismo, paz, desarme, hermandad y autodeterminación. El nombre de Tito dice todo eso”, explica el dueño de este restaurante que devuelve a sus huéspedes a los tiempos de socialismo real.
Slobodan no es el único afectado por la yugo-nostalgia. Una encuesta realizada en Macedonia mostró que una parte importante de su población valora de manera muy positiva los años en que este país formaba parte de Yugoslavia.
Sin embargo, para el equipo que realizó el sondeo, eso no implica que la mayoría de la gente quiera vivir nuevamente en un régimen comunista. Según uno de los encuestadores, la gente no necesariamente extraña el comunismo o quiere que Yugoslavia exista otra vez, pero sí necesita las prestaciones sociales, tener una vivienda. El Estado de bienestar, poder viajar por todo el mundo sin necesidad de un visado.
De todos modos, en la capital de Macedonia, la figura de Tito todavía está presente. Existen monumentos que lo honran, e incluso una escuela en el centro de la capital lleva su nombre. A nadie le parece raro.
Más al norte, en Serbia, otro admirador de Tito, Bozidar Jovicevic, construyó con sus propias manos un verdadero museo que evoca la memoria del líder, y que también está dedicado a la antigua Yugoslavia. Lo que le motivó a levantarlo fue el agradecimiento y el recuerdo de una época en la que se garantizaba un nivel de vida, algo que, él asegura, no volverá a existir.
El jubilado serbio afirma que desde finales de los años 50, la vida empezó a mejorar: él consiguió empleo en una fábrica de armamento y recibía 13 o 14 sueldos por año. Recordando los tiempos de “un excelente nivel de vida”, Bozidar lamenta la llegada del capitalismo hace 10 años: “empezamos a vivir como mendigos. Por suerte, tengo algo de tierra que era de mis abuelos, sino podría morir de hambre con la pensión que me entrega el Estado”.
Todo indica que aquella vida que varios ciudadanos disfrutaron por décadas jamás regresará, pero hay algo que nunca nadie les podrá quitar: sus buenos recuerdos.