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Israel, país de esperanzas frustradas para muchos trabajadores extranjeros

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Durante años Israel recibió con los brazos abiertos a trabajadores extranjeros que le proporcionaban la mano de obra que necesitaba. Actualmente, en el país se encuentran casi 11.000 obreros chinos que trabajan en su mayoría en la construcción. Muchos de ellos ni siquiera tienen papeles porque cr
Israel, país de esperanzas frustradas para muchos trabajadores extranjeros

Durante años Israel recibió con los brazos abiertos a trabajadores extranjeros que le proporcionaban la mano de obra que necesitaba. Actualmente, en el país se encuentran casi 11.000 obreros chinos que trabajan en su mayoría en la construcción. Muchos de ellos ni siquiera tienen papeles porque creyeron en las 'dulces promesas' de oscuras agencias de empleo.

Zu, obrero chino de la construcción, pagó 31.000 dólares por una visa de trabajo de cinco años que resultó ser falsa. Ahora trabaja en turnos de 14 horas, ganando menos de la mitad del salario medio israelí y viviendo en el temor de ser capturado por las autoridades.

"En estos remolques ni siquiera tenemos aire acondicionado. No podemos dormir y en algunas habitaciones viven hasta cuatro personas en pequeños espacios. Las condiciones son malas", confiesa el obrero que se siente desilusionado de la 'tierra prometida' junto a otro obrero, Li. "No vale la pena para mí. En cuatro años he logrado ahorrar solo 12.000 dólares. Habría ganado más en China en este tiempo", asegura Li que tenía en China una empresa de textiles que le daba miles de dólares al año. Pero lo dejó todo siguiendo el consejo de un amigo.

"No pueden regresar porque pierden su casa"


Las grandes sumas que pagaron para obtener sus documentos imposibilitan a muchos chinos volver a sus casas. "Ellos no pueden regresar porque pierden su casa y la de sus padres. Deben dinero a tanta gente, que simplemente no pueden dejarse ver. Conozco a muchos que regresaron a China pero no a su ciudad natal", dice la defensora de derechos del grupo Kav LeOved, una ONG que lucha por los derechos de los trabajadores desprotegidos contratados en Israel y por israelíes en territorios ocupados.

Mai es otra de las víctimas. Perdió el trabajo prometido apenas pisó tierra israelí por no hablar inglés ni hebreo. Ahora no solo teme por el dinero que pidió prestado, sino también por su hijo que nació en Israel y no conoce otro tipo de vida. "No le gusta hablar chino. Aunque lo entiende, prefiere hablar hebreo. Todos sus amigos están aquí y si es deportado, los perderá", confiesa Mai.

El Gobierno israelí ya no necesita tantos trabajadores extranjeros. Sin embargo, miles de los que llegaron no tienen más remedio que seguir trabajando por un salario mínimo porque se les cierra el camino de regreso a casa.

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