Muchos norteamericanos llegan a países de America Latina para obtener ilegalmente un órgano de transplante. En Perú, por ejemplo, muchos ciudadanos viven en una situación económica tan difícil que están dispuestos a conventirse en donantes de órganos para superarla.
En el año 2005 el peruano José Levano Gómez tomó una decisión drástica. En el diario El Comercio publicó un aviso por el que ofrecía un riñón. A los pocos días llamó a su puerta de la localidad de Ancón, cerca de Lima, una persona que se presentó como médico y que estaba interesado en la oferta. Finalmente llegaron a un acuerdo. Como la venta de órganos está prohibida en este país, José firmó un documento destinado a las autoridades sanitarias en el que decía que no había intereses económicos en la donación.
"Acepté las condiciones y él me ofreció un promedio de 5.000 a 6.000 dólares, no me acuerdo muy bien. Pero antes de que yo pasara a la sala de operaciones me dijo que tenía que firmar un documento por 10.000 dólares”, ha confesado el donante del riñón.
De este modo, la diferencia quedó en manos del intermediario. La intervención se realizó sin mayores complicaciones y José lleva hoy una vida prácticamente normal con un solo riñón. El dinero le permitió cierto desahogo económico por un tiempo.
Tres años más tarde la situación financiera familiar volvió a tornarse difícil y fue entonces Vilma, la mujer de José, quien volvió a ponerse en contacto con el supuesto médico y le vendió un riñón. Pero en la sala de operaciones todo se complicó, el riñón bueno comenzó a fallar y ella contrajo una infección.
Finalmente logró sobrevivir, pero quedó con una discapacidad y dolor permanente en el lado izquierdo del cuerpo.
"Bueno, ya no soy normal. No puedo levantar mucho peso, no puedo caminar largas distancias, ni correr, saltar, nada.(...) Antes hacía todas mis cosas normal. Pero ahora no puedo por el dolor que siento", cuenta Vilma.
La demanda mundial de órganos excede largamente la cantidad de donantes
José y Vilma fueron víctimas de una red de traficantes de órganos. Quien se había presentado como médico era un taxista que integraba la banda y que ahora está siendo investigado por este y otros casos similares.
Los beneficiarios de estos trasplantes eran ciudadanos extranjeros adinerados que aguardaban en largas listas de espera en sus países y que viajaron a Perú para comprar el preciado órgano.
La demanda global de órganos excede largamente la cantidad de donantes. En los EE. UU., por ejemplo, hay 110.000 personas en lista de espera y alrededor de 15.000 donantes por año. Y Perú es uno de los destinos elegidos por los norteamericanos que desean comprar órganos.
Es imposible llevar un registro de cuánta gente viene a buscar donantes
La lucha contra las redes de traficantes de órganos se hace entonces difícil para las autoridades. Según Guillermo Barrios Flores, funcionario del Ministerio peruano, "no se puede llevar registro de cuánta gente viene a buscar donantes porque muchas veces sucede que vienen como viaje de turismo. Están en el Perú 15 o 20 días, en ese período se operan y hacen la parte de recuperación en sus países".
En este sentido, las autoridades afirman que todo lo que se sabe sobre la cuestión se debe a que ha habido casos que terminaron con complicaciones de los pacientes.
La donación de órganos presenta varios dilemas éticos. ¿Está mal que alguien venda sus órganos y salve así la vida de otras personas? Casi todos los países del mundo han determinado que esta situación es ilegal. Pero la cantidad de personas que necesitan un trasplante supera con creces a los donantes, y cuando hay una necesidad imperiosa siempre surge alguien dispuesto a pagar cifras astronómicas.
La ciencia con sus avances y el Estado con sus normas claras y firmes son los únicos que pueden frenar este comercio ilegal.