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Cárcel por fuera, hotel por dentro: un reo mexicano se monta una 'suite' en una prisión

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Televisión por satélite, reproductor de DVD, cocina propia, nevera, baño privado, aire acondicionado… El único detalle que no cuadraba en aquella 'suite' eran las rejas en las ventanas. Pero para los presos de la cárcel mexicana de Hermosillo, en el Estado de Sonora, aquello no tenía la menor imp
Cárcel por fuera, hotel por dentro: un reo mexicano se monta una 'suite' en una prisión

Televisión por satélite, reproductor de DVD, cocina propia, nevera, baño privado, aire acondicionado… El único detalle que no cuadraba en aquella 'suite' eran las rejas en las ventanas. Pero para los presos de la cárcel mexicana de Hermosillo, en el Estado de Sonora, aquello no tenía la menor importancia: buscaban cumplir su condena de la manera más cómoda posible.

El preso Juan Manuel Márquez, sentenciado a 45 años y 9 meses por dos homicidios, se convirtió en una especie de 'hotelero' carcelario y montó un rincón VIP en medio de una prisión hacinada. Se hizo con el control de tres celdas, las habilitó para que acogieran todo tipo de comodidades y las empezó a alquilar.

Cobraba la estancia en dos ‘habitaciones’ y sorteaba el acceso a la mejor, equipada con aire acondicionado, que ocupaba él mismo. Cada cupón de lotería costaba unos 22 pesos (alrededor de 12 euros). En poco tiempo se ganó ‘clientela’, pero cuando ya había vendido 26 papeletas para la rifa, lo pillaron.

El emprendedor fue enviado a una celda de castigo y el paraíso carcelario fue desmontado. Sin embargo, las autoridades sospechan que no se trata de la única zona VIP entre rejas. A la Comisión Nacional de Derechos Humanos le consta la existencia de varios centros penitenciarios donde los reos se podían cumplir penas a lo grande, con fiestas privadas, parilladas, discotecas, música e incluso sexo. De hecho, durante el operativo en el Hermosillo, se han descubierto en el territorio de la prisión varios restaurantes, peluquerías, tiendas de comestibles, marisquerías y hasta casas de empeño.

El pasado mes de mayo en el Estado de Chihuahua, en la frontera con EE. UU. se cerró un bar ilegal entre rejas donde se podía comprar algo de marihuana, heroína (por no hablar de alcohol) o jugar un partido de billar. Allí mismo también se ocultaban armas y numerosos electrodomésticos, cuyo uso está prohibido en cárceles.  

Todo aquello fue posible gracias a la facilidad con que aceptan sobornos los carceleros. El recién designado coordinador de prisiones en el Estado de Sinaloa, Ricardo Órnelas Saavedra (su antecesor fue destituido de su cargo por haber cedido a los intereses de los reclusos) explicó que “todo se mueve con dinero” en las prisiones de las que se acaba de hacer cargo. "Los vigilantes están acostumbrados a recibir dinero por dejar pasar de todo", declaró.

Según el funcionario, la situación se complica por las condiciones de los reclusos: el hacinamiento es el mayor problema de los centros penitenciarios de México, que albergan a unos 230.000 prisioneros, lo que supone una supepoblación del 25%.

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