Mihag Gedi Farah, de siete meses, es una de las víctimas de la hambruna que se padece en el Cuerno de África. Con sólo 3,2 kilogramos, pesa lo mismo que un recién nacido, pero tiene el aspecto de un anciano. El bebé tiene los ojos desorbitados, la piel estirada sobre las costillas y brazos delgados como varas. Es sólo uno de los 800.000 niños en el Cuerno de África, que corren el riesgo de morir del hambre.
Sirat Amine, una nutricionista del Comité Internacional de Rescate, dijo que las probabilidades de que Mihag sobreviva son del 50%. Un bebé de la edad de Mihag debe pesar el triple de lo que pesa.
Asiah Dagane, la madre de este bebé, el más pequeño de siete hermanos, cuenta que llevó a cinco de sus hijos de Kismayo, una ciudad portuaria de Somalia, a Kenia, después de que todas sus ovejas y reses murieran. Este ejemplo lo siguen miles de somalíes, que tratan de huir de la hambruna y encontrar un albergue en campos de refugiados, como el de Dadaab, en la frontera entre Kenia y Somalia, con capacidad para apenas 90.000 personas, pero donde habitan en la actualidad 400.000.
"Hace veinte años, huíamos de la guerra y la hambruna que asolaban nuestro país. Y en todo este tiempo nada ha cambiado. En todos los días de mi vida allí sólo ha habido guerra y hambre", aseguró Jimco, el padre de Mijad.
Según calcula la ONU, más de 11 millones de personas en el este del continente se ven afectadas por la sequía, la peor en los últimos 60 años. De ellas 3,7 millones están en Somalia. La creciente cantidad de niños hambrientos en la región debe dar un nuevo sentido de urgencia a los esfuerzos de organizaciones humanitarias por llevar asistencia alimentaria a zonas inaccesibles.