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Globalización en la India, un arma de dos filos

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Hyderabad, una de las ciudades más grandes de la India, se ha convertido en los últimos años en una de las megalópolis más pujantes para la economía del país gracias a las inversiones extranjeras para desarrollar su industria tecnológica. En sus afueras se edifica la HITEC City, un gran complejo
Globalización en la India, un arma de dos filos

Hyderabad, una de las ciudades más grandes de la India, se ha convertido en los últimos años en una de las megalópolis más pujantes para la economía del país gracias a las inversiones extranjeras para desarrollar su industria tecnológica. En sus afueras se edifica la HITEC City, un gran complejo tecnológico que es popularmente conocido como el Silicon Valley de la India.

Las instalaciones ya son sede de oficinas representativas de numerosas compañías farmacéuticas y de software más importantes del mundo, como el Centro de Investigaciones y desarrollo de Microsoft, el más grande asentado fuera del territorio de los EE. UU.

En esta ciudad, la mayoría de los residentes aprecia las innovaciones. Para ellos, la masiva llegada de empresas tecnológicas extranjeras equivale a más puestos de trabajo y más oportunidades de conseguir un empleo bien remunerado para la gente con educación superior. Además, en la región han proliferado otras novedades occidentales como los supermercados y los cajeros automáticos, lo que facilita la vida cotidiana.

Sin embargo, no todos están a favor de la presencia de empresas transnacionales en la India. Los maoístas, que desde hace un cuarto de siglo intentan derrocar al gobierno e instaurar en el país un régimen comunista, no están convencidos de que la globalización signifique una mejora en la calidad de vida. Desde su punto de vista, las autoridades no sólo no prestan ninguna atención a los problemas de la población indígena, sino que los están desplazando para edificar proyectos en sus productivas tierras. Según este movimiento, la aparición de las trasnacionales ha aumentado la brecha entre ricos y pobres.

En las selvas indias, donde se ubican los campamentos rebeldes que se estima cuentan con unos 10.000 combatientes armados y unos 50.000 partidarios, la revolución maoísta está luchando contra la expansión de las compañías multinacionales.

Varavara Rao, el líder intelectual maoísta, que recientemente purgó una condena carcelaria de ocho años por haber organizado una revuelta, es un oponente muy radical de la globalización. Insiste en la necesidad de rechazar toda clase de inversiones externas. Asegura que “hoy en día el propio gobierno indio se ha convertido en un verdadero agente inmobiliario para las grandes empresas multinacionales”.

Venugopal, otro de los líderes del movimiento maoísta, insiste: “Como patriota puedo decir que la India goza de recursos minerales y humanos, agua, riqueza, tropas terrestres, ciencia, tecnología. Creo que podemos producir lo que sea. No necesitamos a las compañías transnacionales, son las empresas las que necesitan a nuestro país.”

En las revueltas del mundo árabe que han logrado derrocar los hasta ahora duros regímenes políticos, los maoístas ven un ejemplo para seguir. No obstante, olvidan el hecho de que tras la expulsión de sus gobernantes, los países del Medio Oriente y África del norte parecen depender cada vez más de Occidente.

Mientras tanto, las ideas radicales de los maoístas no son suficientemente apoyadas entre los indios. La mayoría no está convencida de que el comunismo será la respuesta más adecuada para resolver sus problemas. Sin embargo, confían en que la India encuentre un camino para cambiar sus relaciones con Occidente y mejore su economía sin depender de la ayuda del exterior.

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