Es indudable que el primordial derecho de todo ser humano es la vida, pero algunas situaciones llevan a replantear la universalidad de este axioma.
Una conmovedora carta a la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, escrita por la madre de una bebé en estado vegetativo irreversible desde su nacimiento, ha reabierto en el país el debate sobre la legalización de la eutanasia activa o el suicidio asistido.
En abril de 2009, Selva Herbón ingresó en una clínica de Buenos Aires para dar a luz a su segunda hija. Ya en el quirófano, un error de la partera desembocó en una desgracia. “Cuando me hicieron la cesárea Camila (su hija) nació muerta. La reanimaron durante veinte minutos y la conectaron a un respirador artificial”, lamenta Selva.
Desde ese momento la niña nunca pudo respirar por sí misma, jamás estuvo al aire libre y permanece en un centro médico en estado vegetativo. Fue entonces cuando la madre de Camila inició una batalla legal y mediática. Hasta pidió a la presidenta Kirchner a través de una carta divulgada por la prensa local, que se aplique urgentemente una ley de ‘muerte digna’.
La petición es apoyada incluso por algunos representantes de la Iglesia Católica, que suelen presentar objeciones morales a este tipo de actos. “Ella nació muerta” pero tras reanimarla, “lo único que hacen ahora es prolongarle una vida agónica”, considera Rubén Revello, director del Instituto de Bioética de la Universidad Católica Argentina.
En Argentina no existen normativas que contemplen 'el derecho a una muerte digna', por lo cual, según el juramento hipocrático, los doctores no pueden realizar ninguna acción que previsiblemente pueda provocar el fallecimiento de la pequeña.
Sin embargo, se han presentado en el Congreso argentino algunos proyectos de ley relacionados con la eutanasia, aunque ninguno ha prosperado.