Varios médicos argentinos mantienen contratos con compañías farmacéuticas para aplicar tratamientos nuevos sin advertir a los pacientes sobre todas las contraindicaciones. En numerosos casos resulta que tales "conejillos de Indias" pagan con la vida por no soportar estos experimentos.
La situación se repite a diario, especialmente en los países menos desarrollados. Los pacientes llegan en estado grave a una clínica o al consultorio de su médico, donde les sugieren un nuevo tratamiento que podría salvarles la vida.
El caso de Roberto
Una de las víctimas del experimento médico resultó ser el taxista Roberto Angiolillo, de 65 años, cuando lo internaron en un hospital de Buenos Aires en 2007 tras haber sufrido un infarto.
Según contó su hermano Jorge D'Angiolillo, le dijeron que a Roberto le iban a hacer una angioplastia. Al mismo tiempo avisaron que había un medicamento nuevo que se podía colocar y que daba muy buenos resultados para el problema que tenía. Sin dudarlo, Jorge firmó el protocolo por el que autorizaba a someterlo al método. Tiempo después se enteró de que en realidad, el remedio era del todo inconveniente en ese tipo de casos, además de tener muchas contraindicaciones.
El paciente falleció a causa de una infección generalizada y la familia inició un juicio por mala praxis. Durante el proceso se descubrió un acuerdo particular que existía entre el cardiólogo y el laboratorio estadounidense Jannsen Cilag.
Por cada ocasión en la que aplicaba este tratamiento, el médico recibía un pago de 18.000 dólares. Otros cinco enfermos ya habían participado de este experimento.
Una laguna legal
Sorprendentemente, estas cuantías no son ilícitas. Y de hecho las empresas farmacéuticas llevan un control detallado de lo que cada profesional prescribe.
"Los laboratorios los tienen clasificados en grandes recetadores, pequeños o medianos. Y sobre los grandes, ejercen presión para que tengan preferencia por una u otra marca", indica Jorge Yabkowski, presidente de la Federación de Profesionales de la Salud.
Las compañías crean ese registro con datos que obtienen de las farmacias. Y a partir de esa información asignan retribuciones. Una encuesta realizada entre los médicos de Buenos Aires reveló, por ejemplo, que el 19% recibió inscripciones a congresos, un 12% invitaciones a comer y el 39% útiles de escritorio.
Los grandes laboratorios internacionales aprovechan así el vacío legal que existe en las naciones menos desarrolladas para experimentar remedios que no pueden probar en su país de origen.
Las malas condiciones salariales
Hace tres años estalló un escándalo en la Argentina cuando murieron 14 bebés de provincias pobres, luego de ser sometidos a un ensayo de la estadounidense GlaxoSmithKline para una vacuna contra el neumococo. La prueba incluyó a 14.000 niños.
Algunos legisladores presentaron proyectos para regular este tipo de investigaciones. Pero enfatizan que en el sector de la sanidad pública también se deben mejorar las condiciones salariales. De esa forma se podría evitar que los profesionales tomen decisiones en las que el beneficio económico prime sobre la salud de sus pacientes.
Efectivamente, con sueldos que rondan los 1.500 dólares mensuales, la mayoría de los facultativos no está en condiciones de financiar de su propio bolsillo, por ejemplo, la asistencia a simposios y cursos internacionales.
Las averiguaciones judiciales mostraron que el experimento del que cayó víctima Roberto Angiolillo fue rechazado dos veces en Estados Unidos. Y entonces el gigante farmacéutico decidió trasladar su campo de pruebas a Sudamérica.
Así, por esta y otras tantas investigaciones, miles de latinoamericanos corren el riesgo de convertirse en conejillos de indias debido a una laguna legal que es urgente cerrar.