El racismo no se borra fácilmente
Bryon Widner, el que fuera fundador de uno de los grupos racistas más violentos de EE. UU., Vinlanders, ahora lleva una vida modélica como buen marido y padre. Pero, para llegar a ella, tuvo que pasar mucho tiempo y borrar su odio. Quizá cambiar de mentalidad no fue tan difícil como remover los tatuajes relacionados con su antigua ideología, que ocupaban buena parte de su rostro y cuello.
Este paso lo consideró necesario para sentirse bien consigo mismo, pero también para superar la discriminación y poder al menos optar a un trabajo: en todos los lugares le rechazaban literalmente a primera vista, fácil de entender si se tiene en cuenta que EE. UU. es uno de los países que menos aceptan las manifestaciones racistas.
Cambio y mucho dolor
Widner y su familia comprendieron que no bastaba en cambiar interiormente y que tenían que hacer algo al respecto. Sin embargo, no tenían recursos para realizar el tratamiento necesario. El propio Widner asegura que en ese momento llegó a plantearse seriamente la posibilidad de poner su cara en ácido.
Finalmente, desesperados, Bryon y su esposa se dirigieron a sus antiguos enemigos: los activistas contra las organizaciones radicales. Y, tras varias semanas de conversaciones, lograron persuadirles que su intención de dejar el pasado atrás era sincera. La familia Widner tuvo que esperar varios meses más. Luego sucedió lo que ellos tanto anhelaban, pero que aún les cuesta creer: una mujer anónima acordó pagar el tratamiento necesario para eliminar los tatuajes, una factura total de 35.000 de dólares.
El proceso duró cerca de año y medio, y, según el doctor y propio Widner, experimentó dolor en un grado que nunca había imaginado, en una vida como la suya, marcada por la violencia.
Pero todo finalizó. La familia se mudó a otro estado para evitar la persecución por parte de sus antiguos seguidores, Widner obtuvo un trabajo y espera que sus hijos no repitan sus errores y sigan su nuevo ejemplo.