El hombre explicó que la convivencia se había vuelto insoportable porque tenía que compartir su apartamento, situado en la localidad de Beersheba, con una cantidad impresionante de mascotas.
El demandante argumentó su decisión, diciendo que las mascotas le obstaculizaban la vida: bloqueaban el paso al cuarto de baño y convertían en una catástrofe cocinar y comer, dado que constantemente pedían comer e incluso robaban su comida cuando se sentaba a la mesa.
Finalmente, cuando su esposa manifestó el deseo de llevar a los mininos a dormir con ellos en la cama, el hombre desesperó. Finalmente se convenció de que no podía encontrar un lugar libre de felinos en su propia casa y aunque reconoce que él ama a su mujer, no le quedó otra opción que dirigirse al tribunal para solicitar el divorcio.
La pareja intentó reconciliarse, pero finalmente, la mujer se negó a deshacerse de los gatos y prefirió a vivir con ellos antes que con su esposo, según reconoce el ya atormentado ex marido.