Quienes primero lanzaron la voz de alarma fueron los doctores que la trataban. “Con cada visita la niña iba perdiendo facultades psíquicas”, afirman los médicos de un hospital en la región sureña rusa de Rostov. “Cada día le costaba más esfuerzo hablar, y aparecieron problemas de psicomotricidad”, recuerdan.
A todas las preguntas de los médicos los tutores respondían encogiéndose de hombros: aseguraban que la pisque de la niña se fue ralentizando a pesar de todos sus esfuerzos y atenciones.
Antes da otorgar la invalidez a la niña, los médicos decidieron hacer un examen meticuloso a la paciente. Cuando los análisis de sangre mostraron la presencia de sustancias psicotrópicas en el organismo de la niña, a los padres se le retiró de inmediato el derecho de tutela.
Según la investigación, junto a las sustancias psicotrópicas le daban a Vika drogas nootrópicas, lo que precipitó el empeoramiento de su salud.
La niña pasó 21 días en el hospital, donde los médicos excretaron las sustancias tóxicas de su organismo.
Los órganos de tutela averiguaron que nadie trabaja en la familia de los ‘torturadores’. "Vivían gracias a la pensión que recibían por su hijo que sufre esquizofrenia. Tienen también un hijo adulto que es adicto al alcohol y, por lo tanto, conseguir a toda costa la pensión por discapacidad habría supuesto un alivio económico para la familia.
Pero no todo es trágico y gris en esta inquietante historia: los órganos de tutela ya han encontrado nuevos padres para la niña.