Así lo reveló la oficina regional de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Su jefe, Raúl Benítez, admitió que “algo estamos haciendo mal”. “Si analizamos la capacidad de producción, no debería haber hambre”, dijo en una entrevista concedida a la agencia de información Efe.
Benítez vincula lo grave que es el problema alimenticio al sistema financiero que está más orientado hacia los préstamos a grandes empresas, mientras que “el pequeño productor no puede pasar ni por la puerta del banco”. “De persistir en este modelo, se puede agrandar la brecha”, advierte el funcionario de la FAO.
Una disminución en el precio de los alimentos que se registra desde mayo tampoco le inspira mucho optimismo. “Esto es bueno para algunos, porque les permite mayor acceso a los alimentos, pero también afecta a la rentabilidad de los productores”. Además, recalca, a veces el precio baja para el productor, pero no para el consumidor.
La oficina de Benítez centra su actividad en Haití, que está en una “emergencia permanente”. No obstante, hay problemas serios en algunos lugares de Centroamérica, en Paraguay, Bolivia y Ecuador. Y eso que la región, dice el representante de la FAO, está en condiciones para minimizar la inseguridad alimentaria dentro de dos o tres años.