"El perro apareció un día en el cementerio, sin que nadie lo trajera, y empezó a dar vueltas por todos lados hasta que encontró solo la tumba de su amo", explicó el director del cementerio, Héctor Baccega.
Capitán, un perro mestizo con algo de pastor alemán, fue el regalo sorpresa que Miguel Guzmán le hizo a su hijo Damián en 2005.
En marzo de 2006, Miguel falleció y Capitán desapareció de la casa familiar, aunque regresó al poco tiempo y se quedó en la calle durante algunos días, cerca de la vivienda.
Después, desapareció definitivamente y los Guzmán pensaron que había muerto o había sido adoptado por otra familia hasta que un día, cuando fueron de visita al cementerio, lo encontraron sobre la tumba de Miguel.
"El domingo siguiente volvimos a visitar la tumba y el perro estaba ahí. Esa vez nos siguió, en el regreso, porque habíamos ido caminando. Se quedó un rato con nosotros en casa pero después volvió al cementerio", relató Verónica, la viuda de Miguel.
Capitán deambula por el cementerio y a veces regresa a casa de su dueño durante unas horas, pero al atardecer busca la tumba de su amo para dormir.
La verdad de cómo encontró Capitán, no solo el cementerio, sino además la tumba exacta donde yace su amo, sigue siendo un misterio, ya que el perro no acompañó a los familiares durante las exequias.
La historia de este abnegado can recuerda a la de Hachiko, el perro que permaneció durante años en una estación de una localidad japonesa esperando el regreso de su dueño y que inspiró una película de Hollywood.