Refugios sirios en el Líbano, tan inseguros como vivir en Siria

Cada uno de los emigrantes piensa que su situación o la de su familia es peor que lo que encuentran otros en una tierra donde no son bienvenidos. Así, Mohamed, el padre de una familia que cuenta con 17 miembros y se refugia actualmente en el valle libanés de la Becá, muestra haber perdido todo en la guerra.

“La situación es muy triste para nosotros —dice—, especialmente para los sirios que llegan a esta localidad. Es mejor fuera de esta región, más segura. Los otros refugiados tienen refrigeradores, televisores, comida, todo. Aquí no tenemos nada en absoluto. Tampoco tenemos trabajo”.

Para muchos sirios este pobre valle ya se ha convertido en su hogar. En total 70.000 personas se han registrado como refugiados en el Líbano y estas cifras van en aumento. El Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados advierte que podrían más que duplicarse hasta finales del año.

En los cuatro países colindantes con Siria hay unos 300.000 refugiados. Se prevé que este número alcanzará los 700.000, lo que significa una cantidad adicional de 400.000 personas. Desafortunadamente, para muchos de ellos, su nuevo hogar no se diferencia por mucho del anterior. El sonido de los tiroteos en el territorio sirio alcanza a ser escuchado más allá de sus fronteras.

“Pensábamos que era más seguro aquí, pero las balas todavía nos alcanzan”, dice Mohamed. “Las bombas están cayendo a 300 o 400 metros de nuestras tiendas de campo, dentro del territorio libanés. La gente me aconsejó que moviera mi tienda de aquí para proteger a mis hijos, y así lo hice”.

La semana pasada unos disturbios estallaron en el campo de refugiados Zaatari, en Jordania, que está administrado por la ONU. La policía usó gases lacrimógenos para dispersar a la multitud de sirios que protestaban por sus malas condiciones de vida. El Líbano prefiere no crear campos de refugiados, y los inmigrantes en el país son albergados mayormente por familias. Sin embargo, los campamentos improvisados se reproducen a diario.

Los países aledaños no pueden cerrar sus fronteras ante las personas desplazadas, por el deber de ayudarles, consideran los políticos tanto en Líbano como en Jordania. Pero esta ayuda apenas alcanza a los que la necesitan. Incluso Turquía, que es un país más rico, al considerar el incremento en el número de refugiados que rondaban en más de 87.000 personas, decidió cesar provisionalmente su política de puertas abiertas.