Tras el fallecimiento de Ronald Brown, un hombre de 94 años que combatió en la Segunda Guerra Mundial, sus familiares decidieron cumplir su última voluntad y mandaron incinerar su cuerpo.
Brown les comentó a sus parientes más cercanos que durante la guerra una bala alcanzó su rodilla. Sin embargo, cuando sus familiares fueron a recoger sus restos y preguntaron si habían hallado el proyectil, los trabajadores de la funeraria les entregaron una bolsa que contenía casi 200 gramos de metralla.
Durante más de 60 años Brown ocultó a su familia un doloroso episodio de su vida que se remonta a 1944. En agosto de ese año, dos meses después del histórico desembarco de Normandía llevado a cabo por las tropas británicas y estadounidenses, Brown pisó una mina antipersona durante una misión en Francia. Como resultado de la explosión los fragmentos ardiendo se incrustaron en su pierna izquierda.
El entonces soldado se arrastró como pudo hasta una base que quedaba a más de 3 kilómetros de distancia. Al ver el estado en el que se encontraba, los médicos optaron por no intervenir quirúrgicamente para no poner en peligro su vida.
“Los trozos de metal en su interior no hacen sino demostrar lo terrible que fue la guerra. Supongo que constituye un recuerdo agridulce para nosotros, en el sentido de que simboliza todo lo que hizo y lo mucho que sufrió", comentó su hija Jane Madden al diario británico 'The Telegraph'.