Las compañías justificaron su decisión asegurando que era demasiado obesa.
Vilma Soltesz, una residente de Nueva York de 56 años, pesaba 190 kilogramos. Tras un mes de vacaciones en su casa de campo en Hungría, requería de un tratamiento urgente para sus problemas de salud: la mujer tenía sólo una pierna y sufría de diabetes y problemas renales.
Primero, la mujer y su marido compraron billetes para un vuelo de la compañía KLM. La aerolínea trató de acomodar a la mujer en la parte de atrás de un avión, pero no encontraron un cinturón de seguridad suficientemente largo. KLM no fue la única en negar el pasaje a la enferma. En Praga, hasta donde Vilma y su marido se desplazaron esperando encontrar allí un vuelo disponible a casa, la compañía estadounidense Delta tampoco la aceptó en uno de sus vuelos afirmando que la silla de ruedas de la aerolínea no era lo suficientemente resistente y que no cabía en el ascensor.
El tercer intento resultó ser el último. La pareja llegó a embarcarse en un avión de Lufthansa, pero la tripulación no fue capaz de mover a la mujer de su silla de ruedas a los tres asientos que se le habían asignado.
Vilma se vio obligada a quedarse en Hungría, mientras sus problemas de salud se agravaban cada vez más, hasta que finalmente murió a causa de una insuficiencia renal. Las aerolíneas que renunciaron a aceptarla a bordo se enfrentan ahora a una demanda de 6 millones de dólares, presentada por el esposo de la fallecida.