Cuando se trate de una guerra o incluso de la situación económica, el lenguaje siempre se adorna con una gran cantidad de eufemismos. Si soldados disparan contra sus aliados o contra sus propios efectivos, se habla de 'fuego amigo'. Secuestrar y transladar a un sospechoso de terrorismo se denomina 'rendición extraordinaria'.
“En lugar de decir que civiles inocentes murieron en un ataque con 'drones', escuchamos frases como 'daño colateral', explica el conocido cómico neoyorquino Scott Blakeman. “Esa expresión de 'daño colateral' es para mí la peor de todas. Realmente son hombres, mujeres y niños inocentes los que pierden la vida. 'Daño colateral' suena a transacción económica”.
Daño colateral suena a transacción económica. Realmente son hombres, mujeres y niños inocentes los que pierden la vida”
Pero no solo en los conflictos bélicos se pueden apreciar las manipulaciones del lenguaje. Las duras consecuencias de la crisis financiera también se esconden bajo ambiguas palabras como 'recesión' o 'desaceleración económica'. Y así a los que ganan más de 250.000 dólares al año no se les pueden subir los impuestos porque son 'creadores de empleo', no simples 'ricos'.
El camuflaje verbal es solo uno de los trucos que los políticos utilizan en su día a día. Pero este método les permite hacer exactamente lo que se les pide ya que hay una parte del público estadounidense que en muchas ocasiones prefiere mirar hacia otro lado. Durante la reciente campaña electoral se creó incluso un nuevo término para describir a los ciudadanos que no tenían demasiadas inquietudes: 'votantes con poca información'.
En opinión de los políticos, esos votantes son gente ignorante pero se refieren a ellos con estas palabras porque suena mejor, considera otro cómico, Dean Obeidallah. “Aunque también podrían ser personas demasiado ocupadas con su trabajo y familia para pensar en las elecciones. Estas personas acaban votando a uno u otro candidato por cosas como su corte de pelo”, dice el humorista.
La élite estadounidense sigue creando nuevos vocablos y, en definitiva, nuevas realidades que se ajusten a la imagen que quieren transmitir a la opinión pública. Con este lenguaje 'a la carta', la verdad se convierte en algo relativo y fácilmente moldeable y el ciudadano pierde la noción de la realidad.