La palabra N, la palabra R y la palabra G. Si le ha parecido que estamos usando un código de los servicios de inteligencia, sepan que no lo es. Sin embargo, estas mayúsculas albergan algunos de los secretos mejor guardados de la sociedad estadounidense. Se trata de eufemismos para varias palabras que se consideran denigrantes y que se pretenden extirpar de raíz, tanto del idioma como de la memoria de quienes las utilizan.
Una guerra lingüística a ultranza que ya ha dejado numerosas víctimas colaterales. Por ejemplo, Tom Sawyer y Huckleberry Finn, dos libros de Mark Twain que fueron republicados para quitar de estos la palabra N que se refería a un afroamericano.
"Es por la pereza que no queremos confiar en la gente, no queremos estudiar e investigar qué significan las cosas. No nos interesa cómo era antes la vida y qué quería decir el autor", dijo Christopher Chambers, de la Universidad de Georgetown.
Más allá de los personajes imaginarios, están las personas reales. Un corresponsal de una sucursal de Fox News fue despedido después de usar la palabra N durante una reunión laboral.
En la guerra por la corrección racial no se toman prisioneros. A un capitán de la marina ni siquiera le ayudó su portaaviones nuclear de 500 millones de dólares de valor. Fue despedido tras participar en varios videos que herían el delicado sentimiento racial de los estadounidenses.
Incluso un comercial publicitario puede desatar un gran revuelo. En un clip, un sacerdote usa un dorito durante una eucaristía. El clip fue creado para mostrarlo durante la transmisión de la Supercopa, pero tras una protesta fue retirado del aire y la compañía debió presentar sus disculpas.
"El caso del comercial de Doritos es un clásico ejemplo de la obsesión de los estadounidenses con todo lo que tiene que ver con la religión. Creo que todos deberíamos saber reírnos de nosotros mismos", dijo Sarah Benincasa, comediante de Nueva York.
Otro tema de preocupación es el sexo. El presentador Ron Franklin fue despedido recientemente por llamar a una corresponsal "Sweet baby".
Según los sondeos, la mayoría de los ciudadanos creen que Estados Unidos está exagerando su batalla por la corrección política y al cortar unas cadenas, está forjando otras. Un código que parece estar invadiendo cada vez más esferas de la vida de los estadounidenses y poniendo más barreras a su altamente apreciada libertad de expresión.