Las interfaces cerebro-computador (BCI, por sus siglas en inglés) se han utilizado ampliamente con fines médicos y en la investigación médica desde los años 20 del siglo pasado. Pero con la tecnología que cada día se desarrolla más, resulta que cualquier dispositivo móvil moderno contiene herramientas técnicas que funcionan a través del registro de la actividad cerebral y que pueden transmitir información a otro dispositivo.
En este sentido la electroencefalografía (EEG) es la forma más común y se utiliza por los médicos para captar y analizar las señales del cerebro de los pacientes y transferir los mensajes a otros dispositivos, como miembros artificiales, sillas de ruedas, o caja de voz. También puede detectar señales eléctricas producidas por ondas cerebrales, controlar los niveles de atención y el estado emocional.
Actualmente algunos analistas estadounidenses hablan sobre la existencia de la denominada industria 'neuromarketing', donde los investigadores de mercado utilizan datos de estos dispositivos BCI para medir el nivel de atención y las respuestas emocionales de grupos de personas a diferentes anuncios y productos.
Pero su preocupación principal consiste en que las empresas telefónicas pueden ofrecer no solo información acerca de hasta qué punto los usuarios prestan atención a un anuncio, sino que pueden venderlas a las compañías de seguros de salud, advierten el estudiante del Boston College Law School, Sean Vitka, y Grady Johnson, del Open Technology Institute.
"Con estos dispositivos, sobre todo con un gran conjunto de datos suficientes que están al alcance de muchos, las empresas telefónicas podrán identificar los indicadores de riesgo para cosas como el suicidio, la depresión o la inestabilidad emocional. Todo lo que es realmente personal para nosotros como individuos, pero peligroso para ellos en definitiva", reflejaron en su trabajo los analistas estadounidenses.