Las cartas que mandaron a sus casas soldados alemanes como Heinrich Boll, un famoso escritor que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1972, sacan a la luz que una de las estrategias que emplearon los nazis fue la estimulación provocada por las drogas.
Siendo un soldado de unos 20 años, Boll escribió a sus padres para que le mandaran un medicamento llamado Pervitin, que le "ayudaba a mantenerse alerta". En realidad, el Pervitin era una forma primitiva de la metanfetamina, según el semanal alemán 'Der Spiegel'.
El fármaco lo popularizó en los años 30 la compañía berlinesa Temmler Werke, y muy pronto un oficial nazi llevó este medicamento con fama de "píldora milagrosa" al frente, donde al cabo de poco tiempo millones de pastillas de Pervitin circulaban entre los soldados.
La verdad revela, sin embargo, que la sustancia no tiene nada de milagroso. Los consumidores de metanfetamina inicialmente experimentan un intenso aumento de la energía, pero con el paso del tiempo este estado es cada vez más difícil de conseguir.
Mientras tanto, la droga va causando estragos en el cerebro de los consumidores, provocándoles ansiedad, confusión, insomnio, alteraciones del estado de ánimo, conducta violenta, paranoia, alucinaciones visuales y auditivas e incluso delirio.
Un informe de 2005 de 'Der Spiegel' sugiere que algunos médicos llegaron a oponerse a que los oficiales alemanes suministraran drogas a los soldados. El Ministro de Salud del Reich, Leonardo Conti, trató de restringir el uso de Pervitin, pero sus intentos no tuvieron éxito.
Quizá los esfuerzos de Conti no dieron resultado por la sencilla razón que el mismo Adolf Hitler se aplicó diariamente inyecciones de metanfetamina desde 1942 hasta 1945, el año de su muerte.