La política del autoproclamado califato trasforma la economía de los regiones ocupadas, ya que las tiendas que vendían alcohol están cerradas, mientras que las de comida basura, ropa (especialmente militar) y teléfonos móviles obtienen moderados beneficios.
Según el periódico, antes de la ocupación muchos tenderos ni siquiera habían oído hablar de productos como Red Bull, Snickers o Bounty. Sin embargo, actualmente los comerciantes del este de Siria aseguran que en algunas tiendas se puede comprar incluso el iPhone 6.