Uno de los bromistas se disfrazó de oso y esperó a su víctima a la vuelta de una esquina, mientras otro lo filmaba todo. Cuando el hombre vio al falso animal, que empezó a moverse y a gruñir, tiró todo lo que llevaba encima, perdió el casco, se cayó, se puso de pie y siguió corriendo desesperadamente, pese a que el autor de la broma ya había dejado de esforzarse en imitar a un oso.